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La Nochebuena Martiana.

Autor(es):
Delio G. Orozco González.

Resumen de cuándo, cómo y por qué surge esta patriótica tradición que denota la profunda vocación martiana de la ciudad de Manzanillo.

Los homenajes a José Martí, desde el mismo instante de la expulsión ibérica del suelo antillano, fueron un hecho que, materializándose más vivamente el día de su caída, volcaban en la estatura sentidora de los manzanilleros la vida y obra: todavía en hervor proteico para su plena comprensión, del Padre Espiritual de la Nación Cubana, aunque, preciso es reconocerlo, también se le veneraba el día de su alumbramiento; sin embargo, momento culminante y arranque al mismo tiempo resultó la creación, a iniciativa de Juan Francisco Sariol, de uno de los modos más singulares de reverenciar los manes del Apóstol: la Nochebuena Martiniana, rebautizada luego como Nochebuena Martiana, Cena Martiana y Vigilia Martiana.

Fue el 27 de enero de 1926 cuando el sanluisero Sariol -promotor cultural sin par en estos predios-, invitó no sólo a los miembros del Grupo Literario, sino, a destacados manzanilleros para, entre sentidas evocaciones, lecturas de textos martianos, recitación de sus versos, parcos refrigerios y una veneración casi mística, esperar el aniversario 73 del alumbramiento del primogénito de Leonor Pérez Cabrera y Mariano Martí. Del acontecimiento se levantó un acta que -firmada por 27 legionarios-, legó a la posteridad prueba sensible de útil, sincera y hermosa tradición.

¿Por qué Nochebuena Martiniana? A los fundadores, mayormente masones, la hombradía martiana se les revelaba epigonía del mesianismo apostólico de Jesús, por tanto, si el común de los mortales recordaba al redentor de los hombres con un convite a sus semejantes, era legítimo entonces replicar: en gesto e inspiración, una Nochebuena para acercarse a la vida, obra y ejemplo del nazareno cubano.

A partir del momento inaugural y como reguero de pólvora se expandió el nuevo homenaje patriótico que, trasgrediendo fronteras espaciales, cruzó mares y océanos para verificarse en España, México y Estados Unidos; mientras tanto, al hacerse obligatoria su realización en las escuelas por ley de 1943 los maestros podían, a través del homenaje, acercar al semillero de la patria (los niños), aquel que tanto los amó.

La distorsión, en 1946, del espíritu y forma en que tradicionalmente se realizaba la Cena Martiana por un grupo de holguineros, motivó la justa propuesta y animó el clamor que, sin dubitación alguna, exageró al pedir la supresión del homenaje; pues, los padres no son culpables de los errores de los hijos de sus hijos. No obstante, el fervor menguó un tanto y lo más lamentable fue la eliminación en las escuelas de las Cenas Martianas, las cuales, fueron sustituidas por otro tipo de recordación martiana; a pesar de ello, la justa probidad de los iniciadores, su conducta pública y la penetración del homenaje en la médula patria, impidieron que este desapareciera; ya lo había dicho Federico Enriquez i Carvajal: “Bienhaya Cuba que siente vibrar el alma de Martí en los legionarios de su Noche Buena”.

La cercanía del Centenario del Natalicio de José Martí y el rebautizo de la Nochebuena por el de Vigilia Martiana, avivó la celebración que desaparece en 1957, el mismo año en que se extingue ese inmenso empeño literario llamado Orto. El triunfo de la revolución, en enero de 1959, tampoco estimuló el resurgimiento de la Vigilia, en tanto, las urgencias revolucionarias por un lado y, por otro, la prevención contra la religión y todo aquello aparente o ciertamente vinculado a ella, impidió su continuación. Sería preciso la vuelta de Cuba a sus orígenes para, sin mediaciones de ningún tipo, pudiera la isla acercarse con plenitud a su pasado histórico; así pues y bajo esta circunstancia, en 1994, el Centro de Promoción de la Cultura Literaria “Manuel Navarro Luna” rescata la celebración cuya única diferencia con la idea primigenia es la ausencia de alimento material.

Ahora, desde las 9.30 p.m. hasta cerca la medianoche, los vigilantes -atentos al legado del Maestro: quien se pasea entre ellos con sus versos, pensamiento, prosa y ejemplo-, alientan el gesto artístico y patriótico con genuina música cubana para, cercano el nuevo 28 de enero, marchar, con el pendón nacional por delante, hasta llegar al busto del apóstol emplazado en el parque central de la ciudad que, cual jardín se atavía de hermosas flores y después de escuchar las notas eternas de La Bayamesa y una arenga en voz de hombre o mujer, cerrar y abrir un nuevo ciclo con el Padre Espiritual de la Nación Cubana.

Fecha de publicación en Enciclopedia Manzanillo: 2007.

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