Un acercamiento a las veces, razones e implicaciones por las cuales José Martí mencionó a Manzanillo y sus hijos.
En 21 ocasiones, hasta el momento, el nombre de Manzanillo aparece estampado en la obra de José Martí, y hacemos la salvedad, por cuanto nadie puede asegurar positiva o negativamente, que en algún otro documento, aún no hallado, de su extensa papelería, pueda encontrarse en el futuro nueva referencia.
Cuando Martí utiliza el nombre de Manzanillo, lo hace para designar un espacio geográfico o un grupo de hombres, siendo estos, los comprometidos con la obra de redención cubana, quienes, desde las riberas del Guacanayabo, sentían y llevaban en sí el pulso de la patria.
Resultan las epístolas, por la intimidad de que son depositarias, fuentes reveladoras del espíritu de los hombres. Es precisamente en sus cartas cuando en 17 oportunidades brota, como surtidor de luz, el nombre de Manzanillo, para dar, en boca del Maestro, gloria y prez a esta tierra. Las más significativas datan del verano de 1894 cuando la erección del proyecto liberador estaba casi cuajado. La correspondencia de Martí, fechada el 24 de junio del año precitado a Máximo Gómez, Antonio Maceo y Flor Crombet, deviene en testimonio inmejorable para conocer, sin vendas ni pasiones, el esfuerzo organizativo, patriótico -por ello siempre admirable-, que realizaron los que el día 24 de febrero del 95 decidieron levantar nación. La carta a Gómez, preñada de detalles en cuanto a hombres, jefes, líderes y pasión edificadora puesta al servicio de Cuba, sella el entusiasmo con esta aseveración: "Peden allá de nuestros movimientos, y lo saben todo. Se resguardan, están pronto al monte a la menor sorpresa. Creo de veras muy llegada nuestra hora". A Maceo dice en prima madrugada, mezclando la precisa descripción con la fe puesta en la decisión de estos hombres, lo siguiente: "Es la última situación, felizmente madura para lo que enseguida vamos a crear"; y a pesar de que en cosas de la patria es hombre de cautela, acota: "Pero yo, que no uso vendas, gozaba [...] en ver las muestras fervientes de la preparación absoluta de toda aquella comarca". Ya, cuando el alba comenzaba a lamer la noche, exhausto mental pero no espiritualmente, escribe una esquela a Flor Crombet donde el nombre de Manzanillo, por la obra de sus hijos, vuelve a aflorar de la mejor manera: "[...] -y excelentes y seguras- pero admirables noticias de Oriente, principalmente de Manzanillo". No había margen para dubitaciones, la región del Guacanayabo, con Manzanillo al frente, tenía ya el pie en el estribo, y Martí no lo olvidaría.
La prensa, que para él no fue sólo medio de vida, sino, soldado de su evangelio patrio, exhibe 3 menciones a Manzanillo. Las dos primeras las recoge el artículo "Céspedes y Agramonte", muestra sin par de síntesis biográfica y elogio patriótico, donde llama a Ignacio Agramonte "Diamante con alma de beso" y a Carlos M. de Céspedes "Hombre de Mármol". La tercera referencia se lee en un interesante artículo publicado en "Patria" el 16 de marzo de 1894; allí, con lógica genial, el Maestro demuestra por qué España era incapaz de gobernar la Antilla Mayor, resultando de esa misma demostración una razón más para destrozar la férula ibérica. El artículo da pruebas de que el cambio de un ministro por otro, de un funcionario por otro, en nada resolvería el problema cubano, pues todos eran representantes de una misma política y portadores de igual ignorancia; Manzanillo, como punto geográfico, le sirve al Apóstol para su demostración, véase: "Era una vez un Ballestero, ministro de Ultramar. Como le hablase un magistrado distinguido, que contó el cuento a Patria, de algo que tenía que hacer con Manzanillo, se inclinó el señor ministro sobre el mapa de Cuba, extendido sobre la mesa del despacho, y comenzó a tantear por la costa Norte. "Me parece recordar que está en la costa Sur", decía el magistrado: "creo seguro que está en la costa Sur". Y bagaba por el mapa el dedo ministerial, siempre por la costa Norte".
Entre las grandes preocupaciones traídas por Martí a Cuba, está la de dar orden político a la guerra, para que, entre otras cosas, fuesen los cubanos ejercitándose en el derecho buscado y pagado con sangre generosa, de darse gobierno alto, propio y democrático. La reunión ante la cual el depondría los poderes que la emigración le dio, y de la cual saldría el gobierno conductor de los destinos cubanos durante la guerra, debía hacerse de modo inmediato; pero ¿dónde?; Martí quiere que sea en Manzanillo; por ello, escribe el 26 de abril de 1985 a Félix Ruenes, coronel en operaciones en la zona de Baracoa, exponiéndole sus deseos del modo siguiente: "Invitamos a Ud., pues, formalmente a cumplir este deber supremo, enviando desde ahí enseguida a Manzanillo donde a la fecha se halle el general Bartolomé Masó, el representante que los cubanos revolucionarios de Baracoa envíen a la Asamblea de Delegados que allí se reunirá [...]", empero, el encontronazo con Maceo en La Mejorana el día 5, trastocó sus planes y le obligó a buscar en hombres como el mismo Bartolomé Masó y Salvador Cisneros Betancourt, civilistas enteros, el espaldarazo necesario que requerían sus inquietudes; así, se retrasaba la celebración de la Asamblea y se trasladaba la locación, tal vez para el Camagüey. La última de las menciones, para completar el cómputo de 21, se localiza en su Diario de Campaña de Cabo Haitiano a Dos Ríos. En esos monumentales apuntes, escribe el 7 de mayo sobre José Miró Argenter, el catalán "de gesto animado y verbo bullente", y su campaña en el rotativo El Liberal donde, gracias al concurso de Manuel de Jesús Calvar (Titá) y Ricardo Beattie Brooks, dueño del Central Isabel de Media Luna, pudo el patriota sacarle "las raíces a los <<cuadrilongos>>, a los <<astures>>, a la malla integrista" en su combate por Cuba. Pensaba Martí, no obstante, llegar a Manzanillo puesto que, conversar con Bartolomé Masó Márquez era "satisfacción de afecto" y "utilidad pública". Ha cursado más de una carta al egregio manzanillero y le hace merecida justicia, cuando dice ver en él "enteras la abnegación y la república de nuestros primeros padres, y la energía moral que cerró paso a las debilidades y al impúdico consejo" de matar la revolución recién nacía; quiere, porque el momento lo exige, conversar con el manzanillero; afirma que "sin verle" (a Masó), "imposible seguir camino". El día 18 de Mayo en la Bija, cerca de Dos Ríos, ya de noche, llega Masó a Martí, allí hablan dos padres sobre la guerra, el modo de hacerla más rápida y menos dolora para su hija: Cuba. Así el Maestro no tiene que venir hasta a Manzanillo, en tanto su amigo le ha ahorrado el viaje; y al otro día, después de escuchar entusiasmados su último discurso -delirante y arrollador-, los hombres de Pilón, Niquero, Media Luna, Manzanillo, Yara, Bayamo y Jiguaní acompañan al Padre Espiritual de la Nación Cubana al combate, a la gloria eterna; pues, llegó ante el Creador vistiendo el sudario luminoso de la patria agradecida.
Fecha de publicación en Enciclopedia Manzanillo: 2007.