Julio Sánchez Chang +
Breviario de los momentos que iniciados en La Demajagua hacen posible la expulsión de España en estos lares.
Trescientos setenta y seis años de coloniaje no podían hacer otra cosa que desembocar en el 10 de Octubre de 1868, fecha en la cual se proclama la independencia de Cuba. En el ingenio Demajagua, a escasos 15 kilómetros de la ciudad de Manzanillo, Carlos M. de Céspedes -Padre de la Patria-, proclamó la independencia y libertó a sus esclavos consagrando por esta vía, en la jurisdicción manzanillera, el Altar de la Patria.
El Programa de la Revolución o Manifiesto del 10 de Octubre como también se le conoce, estaba firmado en Manzanillo y no en el sitio del pronunciamiento; pues, las intenciones de Céspedes eran tomar la ciudad y desde ahí extender el movimiento, incluso, días antes había compuesto "La Marcha a Manzanillo", himno con el cual pretendía exaltar el ánimo patriótico de los manzanilleros; pero la poca o nula preparación de los patriotas, la escasez de armas y la disposición a la defensa de la ciudad por parte de las autoridades españolas, hecho este que hizo fracasar el factor sorpresa, provocó se desistiera de la idea del ataque.
Ante este estado de cosas, los patriotas deciden marchar hacia la Sierra Maestra para aumentar el contingente libertador y organizarse mejor. En la madrugada del 11 de octubre salen del ingenio, recogen armas y machetes en otra fábrica de azúcar (San Francisco) y en Palmas Altas, donde otrora se asentara la Segunda Villa de Cuba y cerca del mediodía, el naciente Ejército Libertador realiza su primer rancho de campaña distribuyéndose además los primeros grados militares.
En horas de la noche de ese mismo día y después de haber recibido un aguacero que inutilizó la mayor parte de las armas, penetran en Yara, y sorprendidos por una columna española que venía de Bayamo, estos (los patriotas) son dispersados; es aquí, cuando producto de la confusión alguien -ya amilanado y sin fe- al ver el reducido grupo de hombres que acompañaban en esos momentos al General en Jefe, Céspedes, dijo:
-¡Pero somos tan pocos [...]! Inmediatamente El Padre de la Patria respondió: "Con doce hombres basta para hacer la independencia de Cuba". De este modo, recibía el Ejército Libertador su bautismo de fuego.
El descalabro de Yara, hecho que interesaba a España destacar, y el desconocimiento de lo sucedido en La Demajagua, han hecho que a la posteridad pase el inicio de las luchas libertarias cubanas con el nombre de Grito de Yara y a la Revolución, por lógica extensión, se le denomine también de Yara, cuando en honor a la verdad y haciendo justicia debíasele llamar a ambos -Grito y Revolución- de La Demajagua
Céspedes, hombre perseverante, y a su vez consciente de la importancia que revestía Manzanillo para la Revolución decide sitiarlo en noviembre de 1868. Los resultados del asedio fueron nulos, pues la ciudad, puerto e importante centro comercial, tenía incorporado un notable componente demográfico hispano decidido defensor del integrismo que veía afincada su actitud en el interés y atención que a la terminal marítima, como punto estratégico de trasiego logístico, daban las autoridades militares.
Sin embargo, la acción armada más contundente de los patriotas contra la ciudad fue el ataque del 10 de noviembre de 1873. Las fuerzas libertadoras eran comandadas por el General Calixto García, mientras que el entonces Brigadier Antonio Maceo y Grajales dirigió personalmente las columnas que, en número de cuatro y entrando por la Cañada del Cementerio, llegaron casi hasta la Plaza de Armas. La ciudad no pudo ser tomada y aunque se consiguió un rico botín y fueron incendiados algunos establecimientos, allí también encontraron la muerte valiosos oficiales del Ejército Libertador. Y cuando en 1875 se terminó de construir el sistema defensivo de la ciudad, Manzanillo pasó a ser plaza inexpugnable, en tanto baluarte militar, del integrismo español.
Diez años duró la liza, por eso el nombre de Guerra de los 10 Años o Guerra Grande dado a este primer momento fundacional de la cubanía, que terminó en el Zanjón (Camagüey), con un pacto que en nada colmó las ansias de libertad de los cubanos; por eso, en Agosto de 1879 y esgrimiendo la razón de la fuerza, los cubanos fueron nuevamente a los campos de batalla. Los patriotas, hijos Manzanillo, responden a la clarinada; no obstante, disímiles circunstancias conspiraron contra la durabilidad y eficacia del empeño liberador. Para diciembre del mismo año (1879), más de un jefe manzanillero había depuesto las armas y a partir de este instante, menos de un año -en todo el país-, duraría lo que en la historia de Cuba se conoce como La Guerra Chiquita.
Al interregno cubano que va desde la culminación del segundo intento independentista al inicio de la guerra en 1895 se le nombra Tregua Fecunda. En estos años de Reposo Turbulento, trascendentales cambios se operaron en Cuba: surgen los partidos políticos (Liberal y Unión Constitucional), se abole la esclavitud (1886), el capitalismo, como sistema, da los primeros pasos, y se organiza, por José Martí, la Guerra Necesaria, empeño liberador que daría al traste con la dominación española en Cuba.
En Manzanillo, el reflejo de este acontecer tiene presencia sobresaliente. Por ejemplo, los antiguos ingenios que sobreviven a la guerra se modernizan y convierten en centrales mientras otros, erigidos en el período, dan a la región posición privilegiada en este sentido; por otro lado, la figura de Bartolomé Masó Márquez, segundo de Céspedes en La Demajagua, con ascendencia indiscutible entre los patriotas de la región, nuclea a los veteranos del 68 y los pinos nuevos que, enhiestos, se aprestan resueltos a la contienda independentista.
Sobresaliente fue el laboreo organizativo de Masó en la preparación de la guerra; sin embargo, nadie mejor que el Apóstol de la Independencia Cubana -José Martí-, para validar tal aseveración. En el verano de 1894, Martí escribe luenga carta a Gómez donde con gozo le expresa, después de detallar el estado de preparación de los manzanilleros, lo siguiente: "Creo de veras muy llegada nuestra hora". Ese mismo día, 25 de junio, le comunica a Antonio Maceo: "Se ve bullir toda aquella comarca [...]. No hay rincón por allí sin su jefe y su gente, y el estado de decisión y ferviente espera por nosotros, es realmente tal que no justifica ya mayor demora. Es la última situación, felizmente madura para lo que enseguida vamos a crear".
Y realmente, el estado de preparación de la “comarca” era “tal” que, cuando el 24 de febrero de 1895 se reinicia la guerra, uno de los lugares donde el resurgir patriótico tiene más bríos es en Manzanillo. En Bayate, finca de Masó y lugar del alzamiento, aparte de izarse la bandera cubana y dar gritos a ¡Cuba Libre!, el General escribe dos proclamas: una a los españoles y otra a los cubanos, donde las coincidencias con el Manifiesto de Montecristi, Programa de la Revolución, firmado por Martí y Gómez en marzo de ese año, resultan evidentes. Pero si grande fue el General Masó por haberse lanzado a la manigua con 65 años, enfermo, sacrificando familia y caudales, más lo fue cuando rechazó proposiciones de paz que no llevaban como base la independencia absoluta. Este hecho viril le valió el halago justo de Martí, no sólo porque con su actitud evitó la revolución muriese al nacer; sino, por la entereza patriótica con la cual dignificó el decoro de los cubanos; por eso Martí, cuatro días antes de morir, le dice encomiásticamente “[...] un hombre en quien veo enteras la abnegación y la república de nuestros primeros padres, -y la energía moral que cerró paso a las debilidades, y al impúdico consejo [...]”.
Pero hay más; la marcada civilidad de Masó, la conspicua respuesta dada al Partido Revolucionario Cubano (PRC) con el alzamiento de Bayate, y la probada actitud patriótica de los manzanilleros, hicieron pensar a Martí en algún lugar del término municipal de Manzanillo donde realizar la reunión que dotara a la naciente revolución de un gobierno que fuera ala para la guerra y raíz para la república. Quería Martí -ya desde abril de 1895-, porque la obra de la revolución así lo exigía, reunirse con uno de los mejores hombres de la revolución, con aquel que la había mantenido hasta la llegada de los grandes jefes; desea por tal motivo llegar hasta Manzanillo donde puede encontrarlo; pero Bartolomé Masó le ahorra el viaje, finalmente, el día 18 en la noche se ven los dos -Masó y Martí-, hablan de la guerra, del modo de hacerla más rápida, de Cuba. El 19 de Mayo de 1895 en Dos Ríos Martí pronuncia su último discurso, y los hombres que extasiados le escuchan, marchando momentos después a su lado al combate y a la gloria eran -la mayoría-, hombres de la región manzanillera.
Durante toda la campaña del 95, Manzanillo fue pivote del suministro logístico español para toda la región del Cauto-Guacanayabo, y aunque con éxito fueron atacados y destruidos varios asentamientos y algunas poblaciones aledañas abandonadas, la ciudad como tal se mantuvo inexpugnable; tanto es así, que la política de reconcentración de Weyler tuvo su expresión práctica en 302 reconcentrados y cerca de 72 caballerías de tierra repartidas dentro del cordón defensivo para el abastecimiento citadino.
Manzanillo fue también parte del territorio de operaciones de la I División del Segundo Cuerpo del Ejército Libertador, compuesta de dos Brigadas y seis regimientos, uno de los cuales llevaba por nombre: Regimiento de Caballería Manzanillo. El Jefe de la División era el Mayor General Salvador Hernández Ríos, manzanillero.
No sería hasta 1898 que, contando con el apoyo de las fuerzas navales estadounidenses en el marco de la guerra cubano-hispano-norteamericana, se intentó de nuevo un ataque cuyo fruto no fue el esperado; por cuanto, la ciudad “ni capituló, ni se rindió”.
Con la intervención norteamericana en la guerra, la ciudad resultó bombardeada en cuatro ocasiones. El 30 de junio, en horas de la tarde, 3 buques de la armada norteamericana bombardearon la ciudad y se enfrentaron ligeramente a una pequeña “escuadra” española surta en el puerto, dando como resultado dos militares hispanos muertos. Al otro día se repitió la incursión, y serían ahora dos mujeres las víctimas del bombardeo. Los ataques del 18 de julio y del 12 y 13 de Agosto, serían los más fuertes y desastrosos, no sólo por los daños inflingidos a la estructura urbana, la destrucción de los barcos españoles y las víctimas cobradas, sino, por la combinación de fuerzas atacantes; pues, mientras los norteamericanos atacaban desde el mar el día 12, las fuerzas libertadoras asediaban la plaza desde tierra para tomarla; deseo tal vez posible de consumar, de no haber sido porque cuando en horas de la mañana del 13 de agosto la escuadra norteamericana, impuesta del armisticio entre E.U.A y España, suspendió el asedio, dejó en la estacada a los libertadores quienes no pudieron entrar en la ciudad.
Con una infeliz coincidencia termina la dominación española en Manzanillo. El 10 de octubre de 1898, justamente 30 años después de haberse proclamado en La Demajagua la independencia de Cuba, las autoridades locales entregan a las fuerzas norteamericanas el gobierno de la ciudad; empezaba de esta forma el capítulo de la 1ra. intervención norteamericana en la isla, recogida oficialmente en la historia desde el 1ro. de enero de 1899 hasta mayo de 1902, y que sirvió a los estadounidenses para moldear un nuevo tipo de dominación la cual castró las ansias independentistas y convirtió la naciente república en un estado dependiente.
Fecha de publicación en Enciclopedia Manzanillo: 2007.