Versión de las palabras de Fidel Castro en las honras fúnebres de René Vallejo, el 14 de agosto de 1969 en el cementerio de Colón.
Palabra pronunciadas por el Comandante Fidel Castro Ruz, Primer Secretario del Partida Comunista de Cuba y Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, en las honras fúnebres del Comandante René Vallejo. Cementerio de Colón, agosto 14 de 1969, "Año del esfuerzo Decisivo". (DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRÁFICAS DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO.)
Compañeras y compañeros:
Como amigo y compañero revolucionario del Comandante Rene Vallejo, pronunciaremos en este minuto doloroso unas breves palabras.
El accidente que puso fin a su vida -accidente biológico- fue tan abrupto como larga la agonía que precedió a su muerte. Hace aproximadamente 40 días dejaron de respirar espontáneamente sus pulmones, y en el día de ayer su corazón se detuvo definitivamente. Y aunque este desenlace se esperaba durante muchos días, sin embargo a todos nos ha dejado sumidos en profunda pena.
Hombre desprendido, no vaciló en abandonar todo, no vaciló en abandonar bienes y comodidades para incorporarse a la filas revolucionarias y marchar como médico y como combatiente a la Sierra Maestra.
Hombre optimista, nunca, ni en los más difíciles momentos, le faltó la fe en el triunfo de nuestras armas; nunca le faltó confianza en la capacidad de nuestro pueblo para luchar y para triunfar en todos los terrenos y encaraba siempre las dificultades con una absoluta confianza en el éxito.
Hombre estudioso, autodidacta, adquirió una amplia cultura general y además profundizó en el campo de la medicina y adquirió notable pericia como médico cirujano.
Hombre trabajador, jamás escatimó un minuto al esfuerzo, jamás vaciló un instante en su noble trabajo como médico y como revolucionario.
Hombre generoso, no tenía nada de sí mismo y siempre se le encontró presto a ayudar a los demás, a sacrificarse por los demás.
Hombre servicial, son incontables las personas que en un momento u otro lo necesitaron y siempre solícito les prestó ayuda. Se desvivía por atender a todo el mundo, por servir a todo el mundo.
Hombre esencialmente bondadoso, hombre afectuoso y hombre leal.
La Revolución y los compañeros revolucionarios siempre podíamos contar con su más absoluta fidelidad.
Estos factores de su personalidad y de su carácter lo hicieron acreedor, igualmente, al afecto y al cariño de todos.
Vivió con nosotros largos años de lucha, vivió con nosotros las dificultades y vivió con nosotros los éxitos, pero sobre todo vivió las dificultades en la guerra y las dificultades en estos años.
Duele pensar que cuando nuestro pueblo se aproxima a importantes logros y éxitos por los cuales se ha trabajado duramente en este tiempo, cuando incluso algunas de las tareas importantes que captaron la atención de todos están al realizarse, él no haya podido participar también de esos éxitos.
Como médico siempre fue agresivo frente a la enfermedad y rápido. Como médico civil y como médico guerrillero y revolucionario, salvó incontables vidas; ayudó a recuperar la salud a incontables personas. Y frente a su propia gravedad -que no había sido la única, puesto que hace algunos años estuvo semanas enteras al borde de la muerte-, en esta ocasión también los médicos que lo atendieron usaron el mismo espíritu, el mismo estilo, y libraron contra la muerte una lucha tenaz y titánica. Actuaron con él tal como él habría actuado en un caso semejante.
Y debemos decir y expresar nuestro reconocimiento y nuestra admiración por el grupo de médicos eminentes que durante cuarenta días lucharon en las más difíciles circunstancias, puesto que el pronóstico de la hemorragia era muy desfavorable y no por ello dejaron de luchar con un tesón ejemplar día y noche, sin apartarse un solo instante de su lecho.
Las más modernas técnicas de la medicina, y sobre todo un conjunto de médicos que demostraron en este caso un ejemplar espíritu, se emplearon en tratar de salvar la vida del Comandante Vallejo. Es notable el caso de que incluso un eminente especialista neurocirujano, el profesor búlgaro Karagiosov, se trasladó desde Kuwait, en el Cercano Oriente, a nuestro país, para contribuir a ese esfuerzo.
No pudo ganarse esa batalla, porque era una batalla que estaba tal vez perdida desde el primer instante. Incluso opinamos que tal vez la medicina pueda llegar a prevenir un poco más, pueda adoptar procedimientos que contribuyan a prolongar la vida humana; pero ya frente a un accidente de esta naturaleza, en determinadas condiciones, no luce posible, a la luz de los conocimientos que se poseen, encontrar una solución.
Sin embargo, esa lucha titánica por salvar una vida que no logró salvarse, aparte de lo que tiene de alentador, aparte de lo que tiene de ejemplar, no podrá considerarse una batalla estratégicamente perdida; puesto que esta experiencia, las cosas que pudieron demostrarse, la posibilidad de prolongar la vida durante cuarenta días mediante respiración artificial, la posibilidad de prolongar la vida en condiciones biológicas muy difíciles mediante una atención intensiva, con el empleo de técnicos y equipos modernos, y todo lo que esta lucha demostró, sin duda que habrá de ser útil en el futuro a innumerables personas. Puesto que muchos otros casos no exactamente de la misma gravedad en personas que sufran accidentes cerebrales y enfermedades que en un porcentaje alto conducirían a la muerte, los médicos que han librado esta batalla opinan que empleando esa misma técnica, empleando ese mismo tratamiento intensivo, empleando esos equipos recientemente desarrollados podrían salvarse muchas vidas.
De modo que aun en ese instante, en ese instante en que los médicos lucharon por la vida de otro médico, aun en ese último instante, la vida del Comandante Vallejo prestaba a sus compatriotas un último servicio.
El instante de venir a dar sepultura a un compañero, a un amigo siempre es amargo. Y no porque sea una experiencia conocida por los revolucionarios a lo largo de la lucha, mucho tiempo, nadie puede acostumbrarse a ello. La muerte del compañero siempre es amarga y dolorosa.
Pero frente a la muerte, a los revolucionarios nos queda el deber. Para los que mueren llega la hora del descanso definitivo; para los que viven queda el deber, queda el trabajo, quedan las tareas, que son como un mandato de todos los que han luchado por ellas, de todos los que han dado su vida o su salud por ellas. Y en el trabajo, en el deber, encontraremos siempre la única y legítima compensación al dolor, para concluir lo que ellos no vieron concluir, para llevar adelante lo que ellos no pudieron terminar.
Sirvan siempre estos momentos amargos para exhortarnos al cumplimiento del deber, de modo que la vida para el hombre tenga siempre el más profundo y verdadero sentido.
Muchas gracias.
¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!
Fuente: Bohemia.
Fecha de publicación en Enciclopedia Manzanillo: 2008.