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El ataque corsario a Manzanillo en octubre de 1819.

Artículo publicado por Carlos Manuel de Céspedes en el El Eco de Manzanillo, el 4 de octubre de 1857, y reeditado el 14 del mismo mes en El Redactor de Santiago de Cuba.

Hoy se celebra el 38 aniversario del combate que sostuvo esta población contra los insurgentes de Colombia el día ocho de octubre de 1819, conforme a datos oficiales que tenemos a la vista, y aunque en los primeros años se conmemoraba el mismo día del glorioso acontecimiento, como por lo regular no caía en ninguna festividad, y les habituales ocupaciones hacían escasear la concurrencia a la fiesta y procesión religiosa, se acordó elegir el primer domingo de octubre, logrando con esa medida que tan solemnes actos quedasen con todo el lucimiento que su objeto demandaba. Este año coinciden las circunstancias de haberse reunido las festividades de Nuestra Señora la Virgen del Rosario y el Seráfico Padre San Francisco de Asís con los días de S.M. el Rey, con cuyo motivo será más memorable, y el vecindario tendrá más estímulos para llenar los deberes de obsequio y regocijo, como de costumbre los ha llenado.

Vamos ahora a dar una idea sucinta del hecho de armas que nos recuerda este aniversario. Temían los disidentes de Colombia la llegada de una escuadra española, y para dar pronto aviso a su Gobierno estaba cruzando en el Cabo-Cruz un bergantín de guerra. Este se puso en combinación con un pirata conocido por Miguelillo, que se hallaba en la boca del Cauto, y determinaron dar juntos un ataque a esta naciente población, con miras a pedir un rescate, o sacar un buen botín. Tomaron en el cabo por práctico a un joven matriculado, llamado Juan Sosa, que todavía existe en Vicana, donde pasa con el nombre de Juanillo; más éste se arrojó al agua dentro de la bahía, ganó a nado el punto de la Caimanera y dio parte de los intentos de los piratas. Pequeños eran los recursos con que entonces se contaba; pero todos se pusieron en juego con tanta decisión y entusiasmo, que habiendo hecho su desembarco los asaltantes, fueron en pocos momentos rechazados, con pérdida de la bandera, cuatro hombres muertos y muchos heridos. El comandante del bergantín, conociendo ya por experiencia el valor de los manzanilleros, y preocupado por la idea de su crucero, no quiso intentar otro ataque, receloso de mayor descalabro y de la responsabilidad que contraía, pues, efectivamente, fue luego juzgado en consejo de guerra por haber abandonado la comisión confiada a su cuidado.

Así fue que, cuando llegaron los socorros que se habían pedido a Bayamo, mandados por el capitán D. Francisco del Castillo y Miranda, ya los piratas habían desaparecido y con ellos el riesgo y estrago que amenazaban al núcleo de la población, que es hoy la floreciente villa donde sale nuestro periódico [pequeño como ella en esa época] y donde a esta hora se solemnizan los cultos dedicados a la Santísima Patrona por el denuedo y auxilio que prestó a sus devotos, alcanzando éstos en recompensa terrenal las gracias que el Gobierno de S.M. se dignó darles, en atención a haberse defendido con el reducido número que entonces se contaba de unas quinientas almas.

No era la primera ocasión que Manzanillo recibía la visita de tan terribles huéspedes, acogiéndolos y despidiéndolos siempre con la misma gallardía. Ya en los años de 1792, 97, 98 y 99, fue atacado sucesivamente por los corsarios franceses e ingleses; pero merece especial mención la derrota y muerte que sufrió en estas playas el famoso boucanier Gilberto Girón, Señor de la Ponfiera. Este había hecho prisionero, el año 1604, al Iltmo. señor D. Fr. Juan de las Cabezas, Obispo de Cuba, en la santa visita que practicaba de la hacienda de Yara, y después de tenerlo ochenta días a su bordo, lo había entregado a varios vecinos de Bayamo, que se habían sacrificado por su rescate. Puesto en salvo el prelado, revolvieron los bayameses sobre el pirata con tal furia que le arrancaron el botín y la vida al mismo tiempo, cuya hazaña fue cantada por Silvestre de Balboa en un poema de regular mérito, que aún se conserva en fragmentos.

Los estrechos límites del periódico no nos permiten seguir bosquejando, y menos comentar estos gloriosos recuerdos históricos: baste la ligera reseña que se ha dado, para conservar ardiente, en el pecho de los descendientes de aquellos bravos, el amor de su patria, de su gobierno, religión y leyes, y defenderlos a todo trance contra cualquiera que intente arrebatarles tan preciosos objetos.

Fuente: Olga Portuondo Zúñiga. "Manzanillo: su origen y desarrollo II", en: Santiago, diciembre de 1983, No. 52, p. 145.

Fecha de publicación en Enciclopedia Manzanillo: 2008.