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Aproximación al caciquismo liberal en Manzanillo.

Autor(es):
Jorge Luis Castro Vinajera
Maikel Ortiz Bosch

El caciquismo como fenómeno es tratado en la localidad de Manzanillo con el objetivo de caracterizarlo en su manifestación concreta y poder lograr el vínculo entre la historia nacional con la local.

El fin de la guerra de independencia y la posterior fundación de la República Neocolonial trajo aparejado el nacimiento de entidades que reflejaron la frustración del ideal independentista cubano y la voluntad consciente de crear una república  de todos y con todos.

Dentro de estas entidades se encuentra el cacique político, sujeto sociopolítico nacido como contrario, en su expresión degenerativa, del caudillo militar. Su extensa manifestación y actuación a lo largo del país generarían la principal tendencia del primer período republicano: el caciquismo. Un acercamiento a su conceptualización  permite comprender la magnitud de su influencia en la República del 20 de mayo de 1902.

El caciquismo es ante todo una práctica política española que se caracterizó por el control de un hombre en las decisiones políticas de una localidad. Heredada por los cubanos representó un sistema de relaciones sociales peculiar alrededor del político independentista terrateniente. En este sistema la célula lo constituye el enclave político regional. Su objetivo fundamental estriba en obstaculizar los intentos de las minorías de controlar los partidos políticos nacionales y locales, e impedir la realización del proyecto revolucionario original de las dirigencias del '95 y de José Martí.

Las habilidades puestas en prácticas tanto por el gobierno norteamericano y las tendencias ultraconservadoras de la burguesía nacional, afectada pero no derrotada durante la guerra, propiciarían el abono para el desarrollo de este sujeto sociopolítico. Entre ellas se pueden citar el acápite  introducido a la ley electoral de 1901 en la que el 40% de la minoría reaccionaria pudo conservar  sus privilegios, condicionando, junto a las atribuciones conferidas a los Ayuntamientos y  los Alcaldes, la intromisión del caciquismo. Sin embargo, dos condicionantes, una de tipo social y la otra de tipo económica crearían el arquetipo del cacique político cubano que caracterizaría la República y en especial a Manzanillo.

El historiador Jorge Ibarra Cuesta en  "Patria, etnia y nación" (2007) defiende por el orden social que la relación espontánea entre los oficiales y soldados del Ejército Libertador, basada en el carisma personal del jefe militar, allanaría el camino de la subordinación social transfigurada en una cadena de favores del primero hacia el segundo. Esta relación representa, a su vez, la fisonomía social de un neofeudalismo dentro de la instauración de relaciones capitalistas. Desde el orden económico la paga del Ejército y el fomento de los negocios agrícolas propició que la masa poblacional  desesperada por hallar fuente de empleo, se viera obligada a plegarse a los nuevos terratenientes independentistas y éstos aprovecharse de la necesidad de los desposeídos para ascender en las altas esferas de la política ya fuera a nivel local, provincial o nacional.

En el caso de Manzanillo esta tendencia tuvo su reflejo con fuerza desde la práctica política mediante dos figuras del liberalismo que ostentaron la dirección del municipio por varios períodos de mandato. Las figuras fueron Carlos Bertot y Rafael Sariol.

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Ambos reunían un requisito primario que le aseguraba una posición ventajosa dentro de las filas del partido y frente a la masa electoral. Esa primicia recaía en el carisma personal. El primero resultó ser comandante del Ejército Libertador en la guerra del 95. Dedicó toda su vida a la política. A pesar de ser miembro de la mediana burguesía no impidió que pusiera en práctica sus habilidades en los asuntos políticos, ganándose la simpatía de los manzanilleros y veteranos de los barrios rurales.

1684.jpgEl segundo, capitán del Ejército Libertador se caracterizó por su honradez, valentía y poder de decisión en cada una de las tareas referentes al partido. Sariol Puebla encarnó en Manzanillo, lo mismo que Machado en Cuba, en su primer mandato; es decir, la esperanza de reacomodar el modelo neocolonial, cuando este asomaba los primeros síntomas de resquebrajamiento.

Junto con el carisma peculiar se unió las habilidades en utilizar los resortes de la política en beneficio personal. Una peculiaridad de esta práctica radica en la capacidad de canalizar, de modo inofensivo, las aún latentes potencialidades revolucionarias y aplacar las grandes inquietudes de las masas trabajadoras mediante la demagógica adopción de algunas medidas de reivindicación laboral y social. Es por esto que los programas propuestos por estos caciques para asumir el cargo de alcalde municipal orbitaron en este sentido.

Es preciso tener en cuenta que la política aplicada por el Comandante Carlos Bertot Masó, le permitió granjearse la simpatía del pueblo junto con la de los sectores burgueses, principal ayuda para poder desarrollar la amplia campaña demagógica y con ella poder obtener el triunfo, asumiendo la alcaldía municipal de Manzanillo. Una vez obtenida la silla alcaldicia, le sirvió para disfrutar de determinados privilegios inaccesibles al pueblo y como se comprenderá cumplió muy pocas de sus promesas, perdiendo el apoyo popular necesario para las elecciones de 1912. Razón que lo llevó aplicar una política de fuerza, imponiéndose al pueblo y a la oposición política. De esta forma aplastó al candidato de la Conjunción Patriótica, y a todos los opositores, hasta cesar en la Alcaldía Municipal en 1921.

Caso similar ocurrió con el Capitán Rafael Sariol Puebla, oriundo del barrio de Yara (hoy municipio). Para las elecciones de 1926 se presentaba con un programa de visión nacionalista. En el mismo recogía las principales demanda de la sociedad manzanillera. El problema de la electricidad, el problema del orden público, la construcción del palacio municipal con la idea de abrir un plan de obras públicas que permitiera la adopción de medidas que paliaran la situación del desempleo abrumador que existía en Manzanillo, son los puntos fundamentales de su gestión de gobierno.

Ahora bien, el programa propuesto no dista del plantado por el General Machado en la campaña electoral para Presidente (Agua, Camino y Escuela). En primer lugar, la similitud con dicho programa radica en seguir asumiendo la defensa de las reivindicaciones de las masas populares, que ahora se encuentran en un despertar de la conciencia nacional y Manzanillo es un plaza fuerte en esa dirección; en segundo lugar, la alianza establecida entre el Comité Liberal y el Comité del Partido Popular hace que el candidato asuma un discurso que no se separe de la línea general del Partido, teniendo en cuenta que la propuesta está en función de trazar una plataforma política que tiene como objetivo armonizar los intereses nacionales, sin menoscabar las relaciones con los intereses del capital financiero norteamericano.  

En tercer lugar, el proyecto de elevar las plazas para el Cuerpo de Policía responde a la necesidad de establecer el orden público, que en los momentos de asumir el cargo la situación revolucionaria en el municipio está en proceso de maduración. La acusiante actividad de las masas se hace evidente en la medida que el modelo neocolonial impuesto al municipio ha entrado en crisis. Por otro lado, este cuerpo serviría de base para ajustar, por el ejercicio de la fuerza, los intereses de los sectores medios de la burguesía que en el período, objeto de estudio, se encamina a la creación de una coalición contrarrevolucionaria.

Ahora bien, la encarnación de  caciques locales que invistieron estas figuras no solo se limitó a su fuerza personal. Alrededor de ellos se núcleo una fuerte red de clientes que se movieron desde la relación más simple, o sea, la que se establece entre los electores, pasando por el papel de los sargentos políticos hasta los integrantes de las Juntas Electorales, tanto de barrios como municipal; los dueños de los periódicos y los trabajadores públicos. Esto daba margen, una vez tomado el control alcaldicio, que mantuvieran la misma relación, violando constantemente el cuerpo jurídico de la Ley Orgánica municipal, actuando al libre albedrío, subordinándolo  todo y a todos a su poder.

Un ejemplo evidente de lo planteado anteriormente lo deja plasmado el periodista Epifanio Sánchez en la obra Memorias de un Manzanillero:

"(…) de inmediato, me propuse ser concejal en la próxima elección. Entonces, como ahora, las asambleas eran cotos cerrados, que manejaba a su antojo el cacique, y era imposible que encasillaran a nadie que no fuera incondicional.

(…) no tardé en limitar mi aspiración a ser solo un simple concejal,(…) no tuve iniciativas de ninguna clase, porque en esos puestos la sumisión de los más al Alcalde, impide actuación personal de ninguna clase." (Sánchez, Epi. XIII, 34 y 35.)

Hay que recordar que estas figuras conservan una fuerte relación con los miembros del Ejercito Libertador, con los antiguos políticos ligados al comercio y a la agricultura; además de entablar un estrecho vínculo con una intelectualidad ávida en los resortes de mover ideológicamente a la masa de electores. Todo esto favoreció a crear las condiciones para que estos caciques del liberalismo contaran con el apoyo necesario en los procesos electorales. Durante la búsqueda de información sobre el tema se encontró en documentos que se encuentran en el Archivo municipal de la ciudad la fuerte alianza entre los caciques, objeto de análisis, y el periodista Sebastián Planas, quien además de ser dueño de un periódico de fuerza en el municipio, era muy hábil en el ejercicio de la política y sabía manejar las influencias que tenía como representante en la provincia para hacer triunfar al candidato de su preferencia. Además, su dominio no quedaba solo desde su posición política en la provincia, también en uno de los barrios más importantes del término municipal, el Sexto Barrio, definía en las elecciones el triunfo de los candidatos liberales en la lucha por la Alcaldía municipal. Tal era el control de este personaje en la articulación del control político en Manzanillo, que una disputa entre él y Bertot concluyó con en epitafio político del "Terrible Ñato", lanzando a la cabeza del liberalismo manzanillero a un nuevo cacique: Rafael Sariol Puebla.  

Otra cuestión a tener presente es la necesidad de trabajo de la población. La misma hizo, que una buena parte de ella se viera obligada, de una forma u otra, a plegarse al poder político del cacique. Esto estaba dado porque este personaje poseía propiedades y podía otorgar alguna fuente de empleo al necesitado, asegurando su voto.

Durante los procesos electorales que suscitaron la vida política del municipio, uno de los mecanismos más utilizados por el caciquismo liberal fue el “copo” electoral. El mismo era un control de la instrumentación en los comicios que permitía la elección exclusiva del candidato político del partido. Este proceso comenzaba desde horas tempranas del día de las elecciones en la cual los miembros del Comité Liberal recorrían todas las mesas electorales para asegurar  la presencia de personas afines a los intereses del Comité y lograr el triunfo en las votaciones. La práctica más recurrente utilizada por estos sujetos fue   la compra del voto de algún elector. En este caso se utilizaban muchas combinaciones. No obstante la más asidua era, debido a su poca manifestación ilegal, la del elector sobornado que se presentaba frente al agente del partido y a su vez era presentado al candidato político. Luego se le entregaba la boleta y el elector comprado fingiendo no saber leer o tener otra limitación era ayudado por el agente del partido y realizaba el voto por el candidato previsto. Una vez realizado el ejercicio electoral como premio a su "actitud" patriótica y cívica se le entrega el dinero acordado.

El caciquismo aseguró el mantenimiento de Carlos Bertot y Rafael Sariol por muchos períodos alcaldicios en Manzanillo. La misma fue transitando desde la espontaneidad hasta la imposición por la fuerza, convirtiéndose en verdaderos dictadores en una etapa en la que se intentaba establecer la democracia.   
 
Bibliografía:

1.-Ibarra Cuesta, Jorge. Patria, etnia y nación, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007.
2.-Sánchez, Epifanio. Memorias de un manzanillero, Editorial Bayamo, 2010.
3.-Tirado Avilés, Modesto. Efemérides de Manzanillo. Tomos II y III, Obra inédita, 1948.
4.-Colectivo de autores. Historia de Manzanillo, Tomo II, 1994.
5.-Colectivo de autores. Historia de Yara, Tomo II, 1994.
6.-Periódico Timoteo, Año de 1926, Fondos del Archivo municipal de Manzanillo.
7.-Periódico La Defensa, Año X, Fondos del Archivo municipal de Manzanillo.
8.-Instituto Cubano de Historia. Historia de Cuba. La Neocolonia. Editorial de Ciencias Sociales, 2002.

Fecha de publicación en Enciclopedia Manzanillo: 2013.

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Modificado: Martes 15 de Julio de 2014