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El milagro del paquidermo musical (1).

Autor(es):
Omar Felipe Mauri.

Visiones íntimas, también amorosas, sobre el órgano oriental, su magia y perdurabilidad.

Lo verdaderamente real maravilloso en la música cubana -y toda la música cubana constituye un muestrario de lo real maravilloso-, es el órgano oriental. Pachi Naranjo me miró incrédulo. Para un músico de su talla, manzanillero y por demás conocedor como pocos de la historia y la música del órgano, aquel absoluto merecía una explicación.

Descendiente del órgano de regalía (para procesiones religiosas en el siglo XVI) y más cercano al organillo callejero del París de la Bastilla (con cilindros cambiables para cada melodía), se emparenta mecánicamente con las pianolas del cancán y el Far West. El ingenio arribó al puerto de Manzanillo a inicios del último cuarto del siglo XIX por iniciativa de Santiago Fornaris. Acaso un metro cúbico de música con manigueta, ocupó salas de baile y fiestas populares trayendo un repertorio de valses, polkas y danzas europeas.

¿Qué proceso tan maravilloso de cubanización siguió a su llegada? El cuerpo y el alma del instrumento muy pronto dejaron de tener secretos para los cubanos: comenzaron a construirse aquí y se extendieron a Bayamo y Holguín por la consagración de algunas familias (los Borbolla, los Ajo, los Verbenera y los Labrada). A medida que ganaba en popularidad, aumentó de tamaño a fin de hacer más potente su sonido y llegar a mayor cantidad de bailadores; amplió su registro tímbrico con bajos más poderosos y cuerdas de agudos y medios de más riqueza y variedad. Finalmente, se rodeó de un conjunto de percusión tan criolla como sorprendente: timbales o pailas cubanas, tumbadora, güiro o guayo, maracas, bongoes, cencerro y clave.

A la vez, otros hechos no menos importantes y maravillosos se operaban fuera de aquel cofre de maderas preciosas: se reparan y crean talleres para la fabricación de nuevos modelos, se idean herramientas específicas para trabajar con ellos (por ejemplo, una "máquina de coser" para "escribir" los cartones), y sobre todo, el instrumento se somete a un intenso proceso creativo: se amolda al cuerpo vivo de la música cubana y le ofrece el aliento acompasado de su costillar. Una orquesta increíble de violines y flautas, tres, sexteto y conjunto, jazz band y piano, se instala en sus pulmones de lona y cuero. Toda la música de esta isla y del mundo transpiró desde el aire de Pan, Juan Sebastián y Mendelssohn.

Sones, boleros, guarachas, danzones, mambos, congas, tangos, merengues, sambas, corridos, joropos y muchos más, siguen viajando por pueblos, campos y montañas en la recia corpulencia del órgano oriental. Su decidida vocación por los humildes lo hizo imprescindible en lo urbano y lo rural.

Pero el milagro supremo fue crear una pléyade de músicos excepcionales, populares y anónimos en su mayoría, verdaderos maestros del arreglo y la orquestación que fundaron un lenguaje absolutamente cubano y nuevo para ese instrumento. ¿Academias y manuales? Ninguno. De ello resulta que seamos los cubanos los únicos poseedores de una “orquesta” que ya no encontraremos en país alguno.

Es sabido que cuando agonizaba en Europa, Cuba lo hizo suyo y lo revivió. Hoy, hasta los especialistas franceses quedan consternados ante tal merveilleux. La industria de las grabaciones musicales, el cine, los sistemas de altavoces, la radio y la televisión no han logrado derribar a esa mole sonora que, contra todo pronóstico, ha seguido viviendo y evolucionando.

No se trata simplemente de un artilugio para reproducir música sin implicaciones creativas, lo cual explica su definitiva extinción en Europa. El secreto de su permanencia parece estar, no sólo en constituirse como un sistema musical con amplio espacio a la creatividad y profundas relaciones danzarias y festivas; sino en el intenso entramado socioeconómico y cultural que tejió y en el conjunto de esas relaciones en que se insertó.

Al respecto de la creatividad, agujerear los cartones es todo un magisterio. Un milímetro mal colocado acabaría con la mejor de las melodías. Igual sucede con la manigueta, hacerla girar sosteniendo el ritmo y matizando los ascensos, acentos y silencios, es un permanente reto.  Recordemos ciertos instantes de Benny Moré animando su orquesta con una manigueta invisible. Me contaba el violinista matancero Alberto García que su coterráneo Rafael Somavilla (hijo), al frente de un espectáculo musical de gira por Europa, incorporó un órgano oriental como curiosidad. Por indisposición del ejecutante (manigueta), Somavilla "manejó" el instrumento y su falta de entrenamiento le afectó la salud.

Importantes compositores y directores de orquesta se han acercado a estudiar o trabajar el órgano oriental: Julio Cuevas, Tony Taño y el propio Pachi Naranjo, cuya Original de Manzanillo recrea las cadencias y sonoridades de aquel instrumento.

Precisamente, Pachi Naranjo intercalaba detalles a mi comentario de lo real maravilloso: su padre había sido animador y estudioso del tema, y él acariciaba varios proyectos musicales con aquel instrumento. Al final, compartimos idéntica preocupación por el futuro.

En verdad, ya no hay secretos ni sorpresas en la existencia del órgano oriental. Escritores e investigadores de la cultura han develado todas y cada una de sus maravillas(2). Pero acaso, ¿no es milagro un instrumento que no se estudia ni se enseña, que no existe ya en el mundo, que nunca ha tenido medallas ni lugar fijo, certámenes ni museos? ¿No es maravilloso un instrumento que se criollizó y arraigó tan veloz como hondamente, que se recompuso en cuerpo y alma para consagrarse a la cubanía y a su vez, perdurar en ella? ¿Un instrumento que sorprende y hace bailar a multitudes por más de un siglo…?

¿Cómo no ser mágico ese paquidermo musical que ha derrotado el tiempo y reta al mañana con la certeza de triunfar?

Notas:

1.-Agradecimiento especial para Julio Sánchez Chang, escritor y Presidente de la UNEAC en Manzanillo, por la extensa recopilación de música de órgano oriental que me suministró a los fines de este trabajo. En ella encontré versiones realmente antológicas, como La tarde, Tres lindas cubanas, El madrugador, Campanitas de cristal, Fefita, Buenos días América, entre tantas otras. Y sobre todo, agradezco haber puesto en mis manos (y mi admiración) los cartones del Himno Nacional.

2.-El órgano oriental, señor de la música molida, de Icel Falagán Benítez y Delio Orozco González, libro publicado por la Editorial Orto, de Manzanillo, 2004.

Fecha de publicación en Enciclopedia Manzanillo: 2010.