Panorámica del mundo cultural y teatral de Manzanillo en la segunda década del siglo XX, especialmente en los años de 1916 y 1917, con alusiones al convulso ambiente vivido por el país desde 1906.
Los primeros veinte años de la República son recordados por la historia como una época turbulenta de constante agitación social y política en nuestro país y en el mundo entero. Son numerosos los hechos que lo demuestran. El 8 de abril de 1917, Cuba se unió a los aliados de la Entente(1), bajo la influencia de los Estados Unidos, tardíamente incorporados a la Primera Guerra Mundial. Asimismo, entre 1906 y 1912, y comenzando con la Guerrita de Agosto, se desataron en nuestro país “[…] una serie de alzamientos como el de los Cortés, los dos alzamientos de Acevedo, el del general Miniet, el movimiento de los veteranistas y la insurrección del Partido Independiente de Color […]”(2). En respuesta a las elecciones del 1º de noviembre de 1916, en las que fue reelecto fraudulentamente Mario García Menocal, se produjo otro levantamiento, esta vez de los liberales(3). La violencia que estalló a raíz de ese proceso electoral repercutió, incluso, en nuestra ciudad, que recibió en su puerto al crucero de guerra Cuba, en misión gubernamental(4), probablemente vinculado con el motín liberal. Además, como apuntó Wilfredo Naranjo Gauthier, los enfrentamientos entre conservadores y liberales, alimentados por los periódicos locales La Defensa y La Montaña, llegaron a proporciones tales que, luego de salir indemne del atentado perpetrado contra él el 22 de diciembre de 1917, el alcalde municipal Carlos Bertot Masó reclamó la protección del Presidente de la República y del Fiscal del Tribunal Supremo(5). Si a todo lo antes mencionado sumamos el auge del movimiento huelguístico a partir de 1914(6), las intervenciones norteamericanas de 1906 y 1912 y el arribo de Enoch E. Crowder a La Habana, el 18 de marzo de 1919, para formular un nuevo código electoral(7), tenemos como efecto un cuadro de inestabilidad social y política que trajo, lógicamente, la escasez de productos de primera necesidad de la que habla el Sr. Pous en breve diálogo publicado por la revista Orto.(8)
Ante una situación como la descrita, la actitud asumida por gran parte de la sociedad y la intelectualidad manzanilleras, es digna de encomio y resulta claro ejemplo de que sólo los períodos convulsos, revolucionarios, de la historia son capaces de fomentar una verdadera ebullición artística e intelectual, marcada por características comunes y locales. Si analizamos los años de la segunda década del siglo pasado en Manzanillo, vemos pruebas más que suficientes: el nacimiento de la revista Orto en enero de 1912(9), con el impulso de Juan Francisco Sariol, alrededor de la que se reunieron los que en 1921 fundaron el Grupo Literario Manzanillo, entre los que se cuentan los ya desaparecidos escritores Luis Felipe Rodríguez, Manuel Navarro Luna, Miguel Galliano Cancio, Agutín Acosta, Pedro Alejandro López, Rogelio González Ricardo -eminente pedagogo-, Julio Girona Pacheco -padre de Julito, la mayor gloria de las artes plásticas manzanilleras-, contando con la colaboración de grandes figuras de la cultura y las letras nacionales e internacionales: José Manuel Poveda, Regino Boti, Max Henríquez Ureña, o textos de José Ingenieros, Charles Baudelaire, Anatole France, Iván Turgueneff, Alfredo de Musset, Franz Tonussait o John Ruskin, en tan temprana fecha; la reaparición de las revistas Esperanza e Infancia -dirigidas por José Coronas Uruén y Rogelio González Ricardo, respectivamente-, y de los periódicos El Debate y La Tribuna -este último de doble tirada diaria, dirigido por Belisario Rodríguez Baldoquín y luego por Alfonso Sánchez Quesada-(10); junto a los reaparecidos y los que ya existían, surgieron el diario El Crisol y el bisemanario La Verdad.
Labor editorial de gran valor llevó a cabo la Biblioteca Martí gracias al arduo trabajo de sus abonados y de los miembros de Orto. El primer volumen que editó fue la obra de Francisco Argilagos “Por la Verdad y la Justicia” y le siguieron “Versos Precursores”, de José Manuel Poveda y obras de Miguel Galliano Cancio, Luis Felipe Rodríguez y Armando Leyva en los meses siguientes. La actividad de la que hablamos no se refiere exclusivamente a la editorial, sino que se hizo extensiva a sectores culturales como las artes escénicas y el cinematógrafo, gracias a la coexistencia de los teatros Manzanillo, Popular y los salones Fausto y Cuba. La música siempre estuvo presente en las veladas culturales y en los salones manzanilleros y alcanzó elevadas cumbres por obra de los miembros del plantel del Conservatorio dirigido por José Ros, cuya calidad quedó bien reconocida cuando el maestro Hubert de Blanck se personó en el mismo para presidir los exámenes finales en 1917(11); conservatorio éste también honrado con el concierto del joven violinista local Diego Bonilla. La Banda Municipal tuvo un programa semanal de tres conciertos -jueves, sábados y domingos- en el Parque Céspedes. Además, se celebraron conciertos en el Conservatorio Badía-Aleu y las antes mencionadas veladas culturales hicieron las delicias del público en el colegio Santo Tomás de Aquino(12) y en el Colegio Americano(13). Los colegios Sacratísimo Corazón y Santa Teresa ofrecían exposiciones de los trabajos de sus alumnos.
Ahora bien, dentro de esa agitada vida cultural, el Teatro Manzanillo tuvo un papel destacado que analizamos en la etapa comprendida entre 1916 y 1917. A mediados de 1916, el Teatro estaba siendo objeto de reparaciones y reformas, acometidas bajo la dirección de sus nuevos empresarios Juan Planas Mojena y Prisciliano Ramírez Olazábal -ex empresarios del salón Cuba-(14) y en el mes de julio, el Sr. Ramírez partió rumbo a La Habana para preparar los primeros contratos con vistas a la reapertura del teatro. El 10 de septiembre publicó Orto:
No han engañado al público […] Planas y Ramírez, empresarios laboriosos del Teatro Manzanillo. En tan corto tiempo hemos podido contemplar los mejores números que han venido a Cuba. Primero fue la Galli Curci […], luego, Raúl del Monte, siempre simpático para una gran parte del público, después D’ Anzelmi, el gran ventrílocuo […] más tarde Les Pichardini, esos dos niños precoces […], y ahora, para el martes, está anunciado el debuto [sic] de la compañía dramática que dirige el notable actor Luis Blanca.(15)
De aquí en adelante dicho coliseo fue sitio predilecto para todo tipo de actividades culturales. El séptimo arte tuvo en él importantes sucesos, desde la exhibición de películas, asumida por la Internacional Cinematográfica, hasta la muy novedosa utilización de cintas como material educativo para ilustrar las conferencias del escritor español Eduardo Zamacois con detalles ligados a las personalidades de literatos españoles como Benito Pérez Galdós, Jacinto Benavente, Pío Baroja y otras glorias de las letras hispanas(16). A pesar del interés monetario, la intención del conferencista de emplear el ingenio de los Lumière con fines educativos y de promoción cultural resulta un antecedente muy temprano y significativo -si tenemos en cuenta que aún no existía la televisión- de los esfuerzos que se realizan hoy en todo el mundo por expandir el saber a todos los que pueden preocuparse por más que subsistir y también a aquellos menos favorecidos de la sociedad. El cine también mostró lo que, sin lugar a dudas, es una de las primeras adaptaciones de una obra literaria, aquella vez, también de un célebre autor ibérico, Vicente Blasco Ibáñez, “Sangre y Arena”(17). La escena, amén de las compañías y artistas antes nombradas contó con las actuaciones de la compañía Grifell-Palacios, dirigida por José Palacios y Prudencia Grifell, en la que figuraban “Socorrito Álvarez, Guadalupe Martínez, Concepción Pons, Esperanza Santos, Pepe Artecona, José Casasús y Juan Sirgo[…]”(18) a finales del 16 y de regreso en marzo del 17; la compañía de zarzuelas cubanas de Ramón Espígul; el debut de la compañía de operetas vienesas de Esperanza Iris, en la que figuró el barítono mexicano Enrique Ramos, compañía que durante todo un decenio cosechó éxito tras éxito en nuestro país, ofreciendo su arte a los manzanilleros en octubre y diciembre de 1917; en octubre acogió, igualmente, la temporada de Consuelo Baillo. Las tablas del Manzanillo fueron brindadas para promover a jóvenes talentos orientales como Alberto Palomino y Alberto Clavijo Tisseur(19), a las alumnas del plantel educacional “La Caridad” dirigido por Primitiva Vallejo de Figueredo y a la directora y profesores de la Academia Badía, todo lo que demuestra el compromiso con la cultura local que mantuvo el sexagenario coliseo.
Las muestras de patriotismo del siempre aguerrido pueblo de la Perla del Guacanayabo encontraron eco en la instalación. El 10 de octubre de 1917, como parte de los actos organizados por el “Círculo Manzanillo”, se desarrolló un homenaje al levantamiento independentista en el que hicieron uso de la palabra el Dr. Eladio Ramírez y los poetas Ángel Cañete y José Manuel Poveda(20). Por último, es necesario recordar que el Teatro Manzanillo fue una plaza cultural que albergó a público de todas las capas de la sociedad, por lo que contó con indudable apoyo popular y, en su labor, nunca olvidó premiar a aquellos que desde el anonimato hicieron posible su tarea: sus empleados, a los que homenajeó en su función del 29 de enero de 1917(21). Como se ve, en medio del intenso bregar de la intelectualidad de esta ciudad en una época caracterizada por grandes conmociones sociales, el Teatro Manzanillo se alzó como protagonista de la gesta cultural de las más preclaras figuras del terruño.
Citas y Notas.
1.-José González Valdés M. M.: Episodios de la Guerra de Independencia, s/e, 1919, p.229.
2.-Julio Le Riverend: La República. Dependencia y Revolución, Instituto del Libro, 1969, p.121.
3.-González Valdés, op. Cit.
4.-Conde de la Ribera: “La Semana Elegante”, en: Orto, p. 8.
5.-Wilfredo Naranjo Gauthier, “Historia del periodismo en Manzanillo”, en: Litoral, Año I, No. 2, septiembre de 1990, Manzanillo, p.7
6.- Colectivo de autores: Historia de Cuba. 11no. Grado, Ministerio de Educación, La Habana, 1986, p. 95.
7.-Le Riverend, op. cit., p. 145.
8.-“[…] ¿y las noches deliciosísimas que les he hecho pasar a todos, sin distinción, tanto al obrero como al profesional y al comerciante y las damas haciéndoles olvidarse de la carestía de los artículos de primera necesidad?[…]” (“Por los teatros”, en: Orto, Año V, No. 29, 12 de octubre de 1917, Manzanillo, p.8)
9.-Delio Orozco González y Julio Sánchez Chang: Manzanillo. La Perla del Guacanayabo, Editorial Pablo de la Torriente, La Habana, 1998, p. 27.
10.-Naranjo Gauthier, op. cit., p. 6.
11.- Conde de la Ribera: “La Semana Elegante”, en: Orto, Año VI, No. 44, 16 de diciembre de 1917, p. 8.
12.-Marietta Vázquez Pérez: “La Semana Elegante”, en: Orto, Año V, No. 9, 12 de marzo de 1916, Manzanillo, p. 7.
13.-A. Duval: “En el Colegio Americano”, en: Orto, Año VI, No. 35, 30 de septiembre de 1917, Manzanillo. p. 8.
14.- Conde de la Ribera: “La Semana Elegante”, en: Orto, Año V, No. 20, 4 de junio de 1916, p. 8.
15.- “Nota teatral”, Año V, No. 34, p. 2.
16.- “Revista de la Semana”, en: Orto, Año VI, No. 26, 22 de julio de 1917, s/p.
17.- “Teatro Manzanillo”, en: Orto, Año VI, No. 35, 30 de septiembre de 1917, Manzanillo, p.6.
18.- “Noches de Arte”, en: Orto, Año V, No. 38, 8 de octubre de 1916, Manzanillo, p.8
19.- Conde de la Ribera: “La Semana Elegante”, en: Orto, Año VI, No. 21, 10 de junio de 1917, p. 8.
20.- “Revista de la Semana”, en: Orto, Año VI, No. 36, 10 de octubre de 1917, s/p.
21.- Conde de la Ribera: “La Semana Elegante”, en: Orto, Año VI, No. 4, 28 de enero de 1917, p. 8.
Fecha de publicación en Enciclopedia Manzanillo: 2007.