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De Raventós a Fidel. Las Artes Plásticas en Manzanillo a vuelo de pájaro.

Autor(es):
Carlos Rodolfo Escala Fernández.

Artículo que recorre los hitos fundamentales de las artes plásticas en Manzanillo, tratando sus principales exponentes hasta la creación de la Academia de Artes Plásticas Carlos Enríquez.

 1462.jpgAnte el éxito de las actuales generaciones de artistas manzanilleros, y con los ecos resonantes aun de las muestras colectivas Esporas y Bomba, en las que pudieron verse nombres emergentes de las aulas del Instituto Superior de Arte y otros que, a pesar de la juventud, se consolidan y enseñan en las mismas aulas que otrora los acogieron, vale interrogarse acerca de esa “tradición artística” que hoy se expresa en el impetuoso asalto de los escenarios de legitimación espiritual y material y reafirmación de la individualidad creadora  -por los Campins, Yaque, Elizabeth, Yeremy, Alberto, Yornel, Michel- , como fruto de un sistema de enseñanza que ha tenido en la Academia Profesional de Artes Plásticas "Carlos Enríquez" un baluarte indiscutible.

Pensar que la obra universal y versátil de Julio Girona, o la dicotomía de una sutil teatralidad evocadora del pasado paterno y los intersticios de lo cotidiano, íntimo y convulso, de López Oliva; el aliento de la "historicidad" formal, la sutileza al amparo del dibujo, de Pantoja; o las imágenes crudas y de alto poder referencial, con una economía de recursos que recuerda a cierto "dinosaurio monterrosiano", de Campins; son frutos únicos y aislados de la perseverancia y sensibilidad personal, es pecar de ingenuos por ignorar un pasado latente e inexplorado, apenas rescatado de la desmemoria total por unas cuantas líneas a las que falta la solidez material de la obra plástica en sí y negar la existencia y orígenes de un variopinto movimiento de artistas que tiene en el Guacanayabo su espacio de creación. Cierto es que la dispersión de los creadores -en busca de otros horizontes-, obras y fuentes primarias de información, atentan contra la viabilidad de los proyectos, comenzados y casi nunca terminados, de historiar el desarrollo de las artes plásticas en la siempre culta Manzanillo, o, al menos, de explicar sus raíces. 1463.jpg 
 
Varias interrogantes pueden establecerse como ejes de una indagación de esta naturaleza. Suele buscarse de manera afanosa una figura a la que atribuirle la “paternidad”, así como el establecimiento de escuelas, la preponderancia de una u otra manifestación, o la concepción formal que las alentó, o bien los roles de género en el tratamiento de los temas o el papel social del artista; y, por supuesto, las obras. Mas la comprensión de estas no puede ser cabal si no se entiende primero el medio que propició el desarrollo de la sensibilidad artística y la capacidad suficientes para vertebrar un movimiento cultural sólido y en constante evolución.

La condición portuaria de Manzanillo constituyó la principal riqueza y fuente de desarrollo de una ciudad que a poco más del medio siglo de fundada se debatía en una lucha espiritual, social y económica entre cubanos decididos a subvertir el orden colonial esclavista y peninsulares deseosos de mantener o, a lo sumo, reformar su status, siempre en detrimento de los criollos. Poblada en sus inicios por bayameses, camagüeyanos, yarenses, ibéricos, con particular fuerza en el grupo catalán, el intenso trasiego marítimo de mercancías y pasajeros le permitió mantenerse en contacto con importantes centros comerciales y culturales del país y el extranjero e incrementar esa mixtura étnica con el “doloroso aporte de la esclavitud”, grupos europeos de menor importancia numérica y otros procedentes tanto del Asia menor como del gigante chino. No debe soslayarse la cercana presencia aborigen que desde el cacicazgo de Macaca influyó en toda la zona.   

A pesar del estallido en su territorio de las dos contiendas contra la metrópoli española, la incipiente burguesía y sacarocracia de la pujante población pudo reponer y reorientar su economía hasta recuperar los renglones más afectados por las guerras y, basadas en las industrias azucarera, maderera, ganadera, con sus derivados y pesquera, mantener una dinámica acorde a las de las ciudades más importantes, lejos de la capital y Santiago de Cuba, por obvias razones. Todo ello influyó en su desarrollo cultural y permitió la evolución de las manifestaciones teatrales, la prensa periódica, la literatura, la música popular y “culta”, la radiofonía, la arquitectura, las sociedades de recreo, la asunción de otras corrientes religiosas más allá del enraizado catolicismo español o la sincretización de otras como la prédica espírita, y el mejoramiento, a partir de la iniciativa privada, de sectores vitales como la educación y la salud pública y una infraestructura hotelera que aunque no era excesivamente lujosa sí disponía de la capacidad y variedad suficiente de acuerdo a la población existente.

Caben destacar como ejemplos los teatros Manzanillo y Cuba, heredados del siglo XIX, y el Popular, que también funcionaron como cines junto a los salones Fausto, Rialto, Machado  -estos de breve duración - y Rex y Martí; El Liceo o el Casino Español, luego Colonia Española; conservatorios como la Academia Badía o el Colegio Peyrellade; los colegios Santo Tomás y Heredia, Lestonnac, Santa Teresita, La Salle, la Escuela Normal, el Instituto de Segunda Enseñanza; asociaciones como la Sociedad Maceo, la Colonia China, el Club 10, Pro Arte Musical; el auge de la arquitectura ecléctica con su típicos miradores y la tan querida Glorieta y la introducción de las corrientes modernas; la publicación de gran cantidad de periódicos de diversas orientaciones y regularidad, así como de revistas entre las que no se puede olvidar Orto, una de las más prestigiosas de la nación; el surgimiento del Grupo Literario Manzanillo o la Escuela de Ballet, que contó con la guía del ruso Nicolai Yavorski y la santiaguera Clara Elena Ramírez.

Sin embargo, el panorama político y social no estuvo exento de la corrupción, demagogia, fraudes, discriminación, prostitución, malversación, desigualdad social y disímiles prácticas ilícitas y lacras que también propiciaba el modelo económico dictado desde el “vecino de norte”. El pueblo y los intelectuales manzanilleros, en consonancia con su historia, respondieron con su adhesión a la vanguardia ideológica del país desde la lucha contra la Enmienda Platt, o con la creación del Partido Socialista en 1907 y protagonizaron verdaderos triunfos de las fuerzas progresistas, baste recordar el caso del alcalde comunista Paquito Rosales Benítez. Mas la suerte de la seudo república estaba echada y la región dio cobijo y prestó su apoyo, cual contrafuerte irreductible, a los expedicionarios por cuya sangre y entrega se abrió un nuevo camino en la historia patria. Del triunfo revolucionario de aquel enero a la fecha, y a pesar de la hostilidad externa y las duras condiciones económicas, el proyecto social del programa del Moncada no ha cesado de crecer en los servicios de salud, en la sistematización educativa y una praxis cultural rica en sus protagonistas, manifestaciones diversas e instituciones,  entre las que ocupan lugar destacado las dedicadas a las artes plásticas: la Galería de Arte Universal “Carlos Enríquez”, la Galería “Julio Girona”, en la sede municipal de la UNEAC, y la Academia “Carlos Enríquez”.

Sólo por los Apuntes históricos de Manzanillo y su fundación se ¿sabe? de la aparición de un “maestro Apodaca, andaluz y pintor de escuela” en la joven villa manzanillera del siglo XIX. El italiano Francisco Beccantini se presenta entonces como pionero de la actividad pictórica con sus trabajos en el Teatro Manzanillo a partir de 1855, a lo que añadió su labor como daguerrotipista en la década siguiente, al comprobarse su estancia y actividad artística. Es probable que en algún momento compartieran estos sus conocimientos con discípulos de relativas aptitudes, como el ayudante mestizo de Beccantini, Jesús Fernández o los primeros manzanilleros reconocidos propiamente como pintores: Eladio Maurán Segrera y Miguel Raventós Martínez.

De Maurán Segrera apenas se supone su nacimiento en enero de 1838(1) y que durante la última década del siglo vivió en el número 15 de la antigua calle Cristina, a poco más de dos cuadras del sitio donde Beccantini instaló su estudio fotográfico. A él, sin embargo, atribuía Francisco Javier Antúnez la primacía por la destreza como dibujante y el dominio del color y la perspectiva, así como un “San Francisco” que a su juicio constituía su mejor obra y cuya localización se desconoce. Tampoco ha podido encontrarse ninguna otra obra.

1464.jpgLa historia personal y pública de Raventós está mucho más clara. De ascendencia catalana y bayamesa, al parecer nació en 1853 y su fallecimiento ocurrió en La Habana en 1909. Como comerciante incursionó en los giros de pulpería, panadería y ganadería. Por las informaciones de Antúnez se le supone autodidacta. El Liceo manzanillero contaba con un pequeño teatro cuyo escenario y telón de boca fueron decorados por él. Todo indica que tenía predilección por el paisaje y en él alcanzó sus mejores logros. En 1892 pintó una “Magdalena”, un tanto ajena a la iconografía tradicional, que dedicó a su amigo y benefactor de la ciudad José Caymari Vila, para la que se preparó una “curiosa estructural cenital”, que todavía hoy la soporta y necesita de la restauración de la cubierta. Por otro lado, no es descartable que aquel ayudante de Beccantini resultara ser, en 1888, el agente del escultor establecido en Cienfuegos Miguel Valls, que atendía pedidos de índole funeraria.(2) Precisamente en el ámbito escultórico el mestizo esclavo, Manuel Eugenio Jiménez, demostraba en la talla religiosa las habilidades aprendidas con el ebanista Julián Jiménez, también según lo comentado por Antúnez.

Con las obras de la nueva necrópolis, que se inauguró oficialmente el 10 de agosto de 1908, se hacía necesario mantener e incluso dar mayor fastuosidad a los santos lugares en que dormían el sueño eterno las “ilustres y pudientes familias” del Guacanayabo, para perpetuar su memoria. No debe pasarse por alto que allí fueron inhumados tres Presidentes de la República en Armas: Manuel de Jesús Calvar, Francisco Javier de Céspedes y Bartolomé Masó Márquez. Esto constituyó acicate y medio de subsistencia para el marmolista  Manuel Vallejo Sandoval que estableció su taller en la entonces calle Otero Pimentel, hoy Mártires de Viet Nam y trasladó luego a la actual Quintín Banderas.   

Durante el período de ocupación militar norteamericana, luego de la intervención que convirtió al país en neocolonia del naciente imperialismo norteamericano y mientras el Ayuntamiento manzanillero era presidido por el Coronel Pettit, el Liceo encargó a varios creyonistas la realización de retratos de los más insignes patriotas cubanos de los que aún hoy se conserva en la Asociación de Hijos y Nietos de Veteranos de la Independencia el de Bartolomé Masó Márquez, general de las dos guerras y último Presidente de la República en Armas. 1465.jpg

El ámbito pictórico y la escenografía continuaron desempeñado capital importancia en una ciudad en la que el teatro dominaba la escena cultural. En el proceso de remodelación y modernización del coliseo principal llevado a cabo en 1908, el encargado de decorados y escenografía fue Francisco Ferrer, mientras que casi una década más tarde, al asumir Juan Planas y Prisciliano Ramírez las riendas del Teatro Manzanillo, el escogido fue el joven Manuel Vázquez.(3)En el ínterin, el 29 de diciembre de 1914, vio la luz uno de esos “iluminados” a los que la gracia de la creación resulta consubstancial, Julio Girona Fernández. En ese mismo año vivía ya en Manzanillo el masón de origen valenciano Joaquín Navarro Bella, miembro de la Logia Manzanillo, pintor de ocupación, al que la Colonia Española pagó en 1922 trescientos veinte pesos por las “pinturas al óleo a tres manos en los frentes de las calles de Masó y Merchán del Edificio Social […]”.(4)

En 1924 ocurrió un hecho singular. Según el periódico La Montaña, en su edición del 21 de junio, Antonia González había abierto una academia de pintura, en Plácido # 19.(5) Era la primera mujer que más allá de las “labores de su sexo”, o del magisterio y la literatura, “invadía” un terreno propio de hombres. Lamentablemente es la única referencia conocida de tal establecimiento y su creadora. Ya en 1927 el genio de Julito Girona se vislumbraba naciente en la exposición de caricaturas que realizó mientras Conrado Massaguer visitaba la ciudad y el Grupo Literario, del que formaba parte su padre, Julio Girona Pacheco, lo estimuló y homenajeó en distintas oportunidades.

1466.jpgCuando Ramón Escobar Tamayo y Emilio Ramírez Battle emprendieron una nueva restauración del Teatro Manzanillo, llamaron al artista Horacio Bonachea para la decoración del falso techo y los medallones de Gertrudis Gómez de Avellaneda y José María Heredia colocados a ambos lados del proscenio. Al menos hasta los primeros años de la década siguiente se mantuvo en la Sirena del Golfo y, como la mayoría de los pintores que trabajaron aquí, sus piezas pasaron a engalanar los hogares de familiares o amigos. El 4 de julio de 1929 vio la luz Joaquín Ferrer Marquínez, otro de los manzanilleros que han prestigiado el arte cubano en países como Colombia, México, Brasil, Estados Unidos, Bélgica, Italia, España y Francia, donde reside desde la década de 1960 aupado por artistas como Max Ernst.

En los años 30 coincidieron con Bonachea, según la investigadora Damaris González, el caricaturista Emiliano Ponciano, el pintor Galileo Antúnez y  el creyonista Gregorio Linares(6), del que se conservan sendos retratos del Apóstol y del malogrado independentista Ramón Leocadio Bonachea, si bien su estado de conservación se ve afectado por las condiciones del local de la Asociación de Hijos y Nietos de Veteranos de la Independencia, en los bajos del antiguo Ayuntamiento que es sometido a un proceso de restauración. Estos fueron años trascendentales para Girona en su formación como escultor junto a Sicre y en San Alejandro, al tiempo que continuaba publicando sus caricaturas y exponía en el Colegio de Arquitectos de La Habana y la Exposición Nacional de Pintura y Escultura de 1935. Ya para entonces otro artista manzanillero manejaba diestramente los pinceles y tanto que el 9 de mayo de 1939 Ovidio García inauguró su muestra personal de 31 piezas en el Delphic Studios de la Quinta Avenida neoyorquina, elogiada por la crítica y por el destacado ensayista cubano Jorge Mañach.(7)

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1469.jpgEl 28 de julio de 1944, tuvo lugar uno de los acontecimientos más importantes de la historia cultural manzanillera y que la marcó de manera indeleble: la exposición de Carlos Enríquez en los salones de la Escuela Primaria Superior. Por invitación de Juan Francisco Sariol, mecenas indiscutible de la literatura a través de Orto, llegaron Enríquez y Agustín Guerra. La inauguración fue todo un acontecimiento al que asistió la intelectualidad en pleno y Ernesto Ramis, miembro del Grupo Literario presentó al pintor. Entre las piezas estaban “Entierro de la guajira”, “Amor en Pirindingo”, “Dos estrellas en la playa”, en las que el crítico Jorge Schulhoff acotó que “los movimientos, la línea, ocupan planos, los planos se invierten en movimiento, es un arte ágil […] con un dominio de la expresión, interpretación cromática de la objetividad vivida”(8) y vio en él “una expresión de sinceridad.” Para la jornada sabatina se anunció la conferencia de Enríquez sobre el surrealismo, con la introducción de Alberto Aza Montero, mientras que en la clausura de la muestra tocaba turno a la charla de Guerra, presentado por Manuel E. Bermúdez. De la visita al Dr. Manuel Sánchez Silveira nació la que Guerra llamó “amistad sin regateos” y en Pilón “[…] Carlos no pudo prescindir de ser quien era, batiéndose con los aires de la montaña […]”(9) y obsequió “[…] con un dibujo a pluma al Dr. Sánchez en que reveló su señorío de retratista y dibujante […]”.(10)

Resulta un tanto contradictorio que en las gestiones del Club de Leones de Manzanillo por dotar a la ciudad de una escuela técnico industrial, cuya matrícula llegó a abrirse en sus oficinas en Saco # 28, se hablara de una Escuela de “Artes y Oficios”.(11) Disciplinas como el dibujo técnico y el diseño ya se habían desligado desde hacía mucho de las llamadas “bellas artes”. De otro lado, el 14 de junio de 1947, la Joven Cuba patrocinó una exposición de arte moderno en los salones del Ayuntamiento manzanillero y una conferencia del prestigioso crítico Joaquín Texidó, antes de partir hacia Holguín, desde donde el programa continuaba a Camagüey, Cienfuegos, Santa Clara, Matanzas y Pinar del Río.(12)

Gastón Sariol y Astrid González Duque de Estrada completaban el panorama artístico manzanillero en unión de Raúl Llanes Pérez, al tiempo que el Doctor Antonio Hernández Perich, continuaba su meritoria obra escultórica, en la que ya destacaban sus bustos de Modesto Tirado, Juan Gualberto Gómez, José Martí, Enrique José Varona, José Coronas, Agustín Martín Veloz, Miguel Coyula, Antonio Maceo y otros, mientras que Ovidio García y un joven Joaquín Ferrer Marquínez participaban en la IV Exposición Nacional de Pintura, Escultura y Grabado de 1950 y el VIII Salón Nacional de Pintura y Escultura de 1956, respectivamente. Sin embargo, la lucha clandestina contra la dictadura batistiana y el apoyo a las fuerzas rebeldes contaron con el protagonismo del pueblo manzanillero y, particularmente, Astrid, que diseñó el brazalete del Movimiento 26 de Julio y una vez que triunfó la Revolución se convirtió en figura importante de la nueva proyección cultural del Estado cubano. 1470.jpg 

En esta etapa que se inició con la trascendental campaña de alfabetización y la transformación del tristemente recordado cuartel “Bartolomé Masó” en escuela secundaria, las antiguas sociedades culturales y de recreo fueron convertidas en círculos sociales y la sede de la Colonia Española se transformó primero en sede de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) y luego en Casa de la Cultura, centro vertebrador de la promoción y la educación artística en todas sus expresiones, marcado por el carácter humanista y participativo de la nueva política cultural y que en noviembre de 1971 pasó a denominarse Centro Cultural de Manzanillo.(13) Aquí el papel aglutinador de Astrid posibilitó que el movimiento aficionado y autodidacta ganara en cohesión y por iniciativa del Consejo Municipal de Cultura, dirigido por Orestes García Puig, se efectuó una gran exposición colectiva que, según Damaris González Bernis, reunió 100 pinturas, 2 grabados y 4 esculturas en los salones de dicho centro durante la primera semana de noviembre de 1961.

1471.jpgEn el año de 1970 se iniciaron en el Centro Cultural los cursos de educación artística infantil con alumnos de 8 a 11 años en las manifestaciones de artes plásticas, música y literatura y en mayo se creó el grupo de artes plásticas encargado de realizar exposiciones personales y colectivas, charlas y conferencias, como apunta también la investigadora citada hasta este momento. El otro “fundador de la plástica revolucionaria” en Manzanillo resultó ser Arsenio Martínez Rodríguez, nacido en Amancio Rodríguez, Las Tunas. Éste se preocupó también por el movimiento de aficionados y reunió sus obras en una muestra colectiva, amén de crear el Taller Libre de Artes Plásticas “Carlos Enríquez”, que se transformó en Escuela Elemental en 1974. A partir de 1973, el Centro comenzó a convocar el Salón Provincial de Artes Plásticas “10 de octubre” -en homenaje a la gloriosa fecha en que el Padre de la Patria se levantó en armas en su ingenio Demajagua, en las proximidades de la ciudad- que extendía su convocatoria a todas las actuales provincias que entonces integraban la región oriental. En 1978, la Escuela se trasladó al local de la calle Merchán # 209, al lado de la Casa de la Trova, en pleno centro de la ciudad.(14) Hoy se encuentra en estado de lamentable deterioro que hace peligrar la integridad tanto de la edificación como de los transeúntes y afectar, con su previsible pérdida, el patrimonio arquitectónico del Centro Histórico Urbano.

Desde allí, la labor de la Escuela resultó esencial en la formación de alumnos entre séptimo y noveno grado en las especialidades de dibujo, pintura, escultura, gráfica, diseño e historia del arte, con la dirección del pintor Manuel Olivera Álvarez. Sus estudiantes alcanzaron relevantes resultados con un buen índice de continuación de estudios en escuelas de nivel medio como la “José Joaquín Tejada”, en la que por ejemplo, ingresaron 7 egresados de la “Carlos Enríquez” que completaron el 50 % de la matrícula en el curso 78/79.(15) Precisamente los graduados de la academia santiaguera nutrían entonces el claustro de profesores de la elemental manzanillera. Convertida en cantera fundamental de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), cerró lamentablemente sus puertas en 1990, en medio de una difícil coyuntura económica, tras graduar un total de 139 estudiantes.xvi

El 4 de octubre de 1980, fue inaugurada la Galería de Arte Universal “Carlos Enríquez” durante la V Semana de la Cultura Manzanillera con la presencia de miembros del Centro de Promoción Cultural “Alejo Carpentier” y el homónimo Círculo Cultural manzanillero. Esta fue una de las galerías beneficiadas a lo largo del país con las reproducciones de obras del arte universal compradas gracias a la donación realizada por el ilustre escritor que mereció el premio Cervantes. Desde ese momento se convirtió en el epicentro de la promoción de las  artes plásticas en la Perla del Guacanayabo, receptor de esas jóvenes promesas que se formaban en el sistema de enseñanza artística y paulatinamente integraban la vanguardia que en 1987 inició el proceso para la formación de la filial municipal de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). El 21 de diciembre de ese año quedó formado el primer ejecutivo que presidía Francisco Escalona Martínez. En la sección de artes plásticas ingresaron Manuel Olivera Álvarez (MOA), Eusebio Gutiérrez S. (Chevo) e Israel González, frutos de la estructura educativa creada por la Revolución.

En 1990, Julio Girona Fernández se hizo acreedor del Premio de la Crítica. Aquel Julito imberbe cuyas caricaturas y esculturas habían sido admiradas por todos, que luego marchó a continuar su formación en México, Francia y Estados Unidos, donde fijó su residencia hasta su retorno a Cuba, era el consagrado artista que empleaba con sumo dominio tanto los pinceles, que muchos premios y colecciones le merecieron alrededor del mundo en más de 30 exposiciones personales y 120 colectivas, como el verbo, natural y delicioso, despojado de estridencias, de su libro “Seis horas y más”. Su vasta obra pictórica y escultórica le valió finalmente el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1998. También Joaquín Ferrer Marquínez mantenía desde París su vitalidad creadora sin dejarse arrastrar por modismos, en su personal “ciudad pictórica“, de gráfica línea y superposición de planos.

Por su parte sería casi muy difícil resumir en estas breves líneas la intensidad del movimiento artístico en Manzanillo más allá de nombrar al conjunto de artistas que en este período se mantuvieron activos y todavía hoy inquietan con sus propuestas como Julio Montero, Fernando Castañeda Pino, Luis Antonio Espinosa Frutos, Jesús Diéguez Fiallo, Roberto Reytor Remón, Carlos Sánchez Polanco, Miguel Labrada Leyva, Ramón Cisnero Tamayo, Julio Oduardo Catañeda, Fernando Chacón Castro, Wilfredo Milanés, José Herrera, Tomás Estrada, Nidia Rodríguez Álvarez, Amanda Enamorado Palomino, Avelino García, Rubén Beltrán, Edison Sosa, Yiroshi Toujague Torres, Amauri Palacio Puebla, Alexander Hernández Arias, Pedro Guillermo Guerra Tamayo, Alexis Rondón, Osbel Silva Licea, Yendri Estrada, Yunier Tamayo Sánchez, Leodán González Jerez, entre otros creadores.

Varios de ellos tuvieron la oportunidad de participar en la compleja restauración y decoración del Teatro Manzanillo, efectuada a intervalos entre 1989 y el 2002, en que fue reabierto al público. En consonancia con el crecimiento cualitativa y cuantitativamente experimentado por este grupo de creadores, así como las otras manifestaciones artísticas y literarias, el 15 de junio del 2005 quedó inaugurada la nueva sede de la UNEAC en cuyo espacio se habilitó la Galería “Julio Girona” y el homólogo Salón Provincial de Artes Plásticas. Cierto es que en fechas recientes y en más de una ocasión ha faltado el espíritu de indagación estética o una participación más numerosa en espacios tradicionales como el propio “10 de octubre”, o que “Poesía Ilustrada” a veces ha redundado en un contrasentido práctico, pero ello puede tener su raíz en la búsqueda de alternativas ante la ausencia de un “mercado de obras de arte” presente en otros sitios del país, o más bien de “la alternativa capitalina”, para lo que se clama una solución eficaz.

1472.jpgEl 28 de marzo del 2002, el programa de la Batalla de Ideas dotó oficialmente a Manzanillo de un codiciado espacio de enseñanza artística, la Academia Profesional de Artes Plásticas “Carlos Enríquez”. Las labores de restauración y acondicionamiento del otrora Instituto de Segunda Enseñanza,xvii que se encontraba prácticamente en ruinas, supusieron un costo millonario por la inversión que significaba también la adquisición de los medios y materiales para la enseñanza de pintura, escultura, cerámica y grabado. En aquella jornada histórica el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en unión de personalidades de la cultura nacional, se vio imbuido del espíritu de creación y realizó quizás su “única obra pictórica” con la que dejó abierta una de las obras culturales más importantes de la Revolución en la Sirena del Golfo.

Desde ese momento a la fecha, se han graduado 108 estudiantes de Bartolomé Masó, Yara, Manzanillo, Campechuela, Media Luna, Niquero y Pilón. En ella se realizan anualmente los salones “17 de noviembre”, “Sfumato”, “Salón Martiano”, “Carlos Enríquez Gómez” y “Julio Girona” en aras de potenciar y medir las facultades desarrolladas por los estudiantes, lo que ha contribuido indudablemente a la dinamización del movimiento de la plástica manzanillera con la participación de estos en los salones “10 de Octubre” y “Poesía Ilustrada” que anualmente convoca la Galería “Carlos Enríquez” y la habilitación de otro espacio expositivo devenido “hogar de las generaciones más jóvenes”: el lobby del Cine Popular, donde se han realizado varias exposiciones personales y colectivas. Incluso en el mismo año de la inauguración de la Academia algunos estudiantes se incluyeron en la muestra “En busca del oficio” en unión de varios de los artistas ya consagrados. Ejemplo vivo del papel que desempeñan los jóvenes alumnos y egresados en el mencionado Salón “10 de octubre” lo constituyen José Eduardo Yaque y Diober Escalona Rodríguez, que alcanzaron el segundo premio en las ediciones del 2002 y el 2005 respectivamente, en sendas menciones de Yeremy Guerra y el propio Diober en 2006 y 2007 y el Primer Premio obtenido en 2009 por Dailín Fuentes Jordán, apenas unos meses después de su graduación.

Además, la Academia se nutre de sus mismos graduados y el claustro se mantiene en constante superación y creación. Varios estudiantes y profesores han continuado sus estudios en el Instituto Superior de Artes y otros mantienen activa participación en eventos como el más reciente Premio Internacional “La Joven Estampa”, en el que alcanzó mención el citado Diober Escalona Rodríguez, que se desempeña como profesor de grabado del centro. Es significativo  que los demás municipios de la región también se benefician con el trabajo comunitario desarrollado como lo demuestra el proyecto “La Academia Expone” cuyo resultado cuantitativo queda fehacientemente demostrado en esta tabla.

Años

Matrícula.

Cant. Exposiciones

Cant. de obras

2004

81

10

161

2005

87

10

235

2006

92

12

250

2007

86

13

236

2008

71

10

214

2009

57

10

195

Total

1291

El impacto cultural de la Academia Profesional de Artes Plásticas “Carlos Enríquez” ha sido de singular trascendencia para el proyecto revolucionario, por cuanto ha contribuido a elevar la cultura general integral de una región en la que viven 393 516 personas, el 48 % de la población de Granmaxviii, al acercar a ellas distintas expresiones de las artes contemporáneas y convertirlas en protagonistas de una praxis portadora de altos valores humanos y estéticos, capaz, asimismo, de transformar el entorno social desde lo local, en la búsqueda de ese hombre no sólo instruido, sino culto. Ello supone un compromiso muy serio para los que trabajan, aprenden y crean en este centro artístico, no con la divisa “surreal” de André Bretón en aquel manifiesto de 1924, sino con el deseo de promover las artes entre aquellos que, durante mucho tiempo, fueron excluidos o tuvieron que “reducir la imaginación a la esclavitud…”, como también afirmó ese fundador que fue André.

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Fecha de publicación en Enciclopedia Manzanillo: 2011.