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Wilfredo Urbano Naranjo Ghautier.

Autor(es):
Delio G. Orozco González.

Introito biográfico a la vida y obra de Wilfredo Naranjo Gauthier.

Aún trepidaba el suelo europeo por el rugir del cañón, y en Cuba se hacia realidad la Chambelona con la estampida arribista de liberales y conservadores, cuando el 27 de Marzo de 1917 nacía Wilfredo Urbano Naranjo Gauthier; sin embargo, el natural hecho de arribar al mundo de los vivos no es condición cumbre para ingresar de manera imperecedera en la historia, pues la impronta dejada en la vida y mente de los hombres, no es simple resultado de la reproducción, sino, contribución agigantadora de la estatura humana.

El año de 1938 representó, sin duda alguna, el inicio de una fecunda vocación cuyo mayor fruto ha sido la continua invitación al autorreconocimiento y estima. Sus escritos para la revista Orto sobre la celebración de la Cena Martiana en la Institución Minerva, asociación juvenil dedicada a excursionismo de la cual era dirigente, revelan desde ya en este coterráneo una profunda vocación martiana "adentro bien adentro del alma cubana" -como dijera Abril Amores- y si, quizás no fuera esto suficiente para probarlo, bastaría recordar su pesar por no hacerse acompañar de una cámara fotográfica que dejara constancia de su estadía en Stone Hill, Jamaica, cuando en viaje de excursionismo llegó a los lares donde otrora había estado el padre de la dignidad cubana.

Hay hombres en los cuales la versatilidad es condición innata de su existencia, y Naranjo fue uno de ellos, en tanto incursionó con profesionalismo en el magisterio, el periodismo, el scultismo, la radiodifusión y la historia, aproximándose con carácter de hobby a disciplinas como el acuarismo, filatelia, colombófila, ornitología, vinicultura y numismática.

Sus estudios de inglés en Jamaica, le permitieron desempeñar a cabalidad su quehacer como maestro de dicha disciplina, y la labor en los predios de la escuela Normal para Maestros de la ciudad le granjearon el título de teacher. Con el triunfo de la Revolución se le ve nuevamente en los planteles escolares y su voluntad, empecinada como su carácter, le llevó a cursar estudios superiores los cuales terminó el 9 de Julio de 1980, contaba para ese entonces con 63 años de edad. En 1973 el Ministerio de Educación le otorgó la medalla "Frank País" por 25 años de servicio como educador y al año siguiente de su graduación, la medalla "Distinción por la Educación Cubana", premio no sólo a la labor y dedicación, sino, a la arraigada convicción del deber de todo hombre de contribuir a la educación de los demás. Después de jubilado ofrece de manera voluntaria cursos sobre historia local en el IPE Municipal y la Universidad de Oriente.

En 1946 comienzan sus relaciones con la emisora local CMKM, haciendo el guión, la locución y los discos de 78 revoluciones para un programa de música clásica que se trasmitía a las 8 y 30 de la noche todos los miércoles, hasta el traslado de la emisora para Holguín. A partir de aquí se mantendría un sólido vínculo con los canales radiales, y las hondas hertzianas serían el marco propicio para una labor cultural sin precedentes. Por ejemplo, en 1967 crea junto a otro compañero el programa "Los seguidores de Frank", dirigido al magisterio con una frecuencia semanal de media hora; en 1968 establece el programa titulado "Las aficiones como medio educativo" con 30 minutos de duración los domingos por la mañana, el cual, en un período de 18 años habló de filatelia, acuarismo, campismo, ornitología, colombófila y numismática, haciéndose acreedor por lo serio y sostenido de su trabajo de la condición de Mejor Programa de su tipo en la provincia Oriente en 1975, la Placa de Plata de la Federación Filatélica Cubana en 1979, el reconocimiento del Congreso Colombófilo de 1980 y Mención en el género variado durante el Festival Nacional del ICRT en 1982; y Naranjo, con excepción de una parte de la locución y de la sección de filatelia escribía y producía todo el programa. En 1973, y a pedimento del director de la emisora, crea el programa de música clásica intitulado "Concierto Dominical" con una duración de 58 minutos, en los cuales se explicaba lo que a continuación iba escucharse; y los más de trece años de duración del programa hablan por sí solos de la tenacidad de un hombre por insertar lo mejor de la cultura universal en un pueblo donde la idiosincrasia en algún momento trocóse en aldeanismo.

Su adicción a la madre naturaleza lo llevó desde joven a militar en las filas de los exploradores pasando posteriormente a los Boys Scouts, y su asiduidad a esta práctica hicieron de él, un verdadero conocedor de la flora y fauna cubana. Sus viajes a México, Jamaica, Santo Domingo y Haití, junto a los cursos recibidos, lo convierten en Técnico de Campismo Internacional, a pesar de ello, más que el título, los resultados de sus viajes redundaron en magníficas experiencias y trozos de historia trasmitidos a las nuevas generaciones o legadas al patrimonio de la nación como la gran colección de objetos indocubanos expuesta en la sala del Museo Municipal.

Graduado de periodismo al mismo tiempo que su esposa en el colegio Mariano Corona Ferrer de Santiago de Cuba, adquiere los conocimientos necesarios para las lides diarias en busca de la información, y aunque en esta labor no sobresalió como un reportero extraordinario, sus escritos en el periódico Orientación, y su participación en hechos medulares de nuestra historia como cronista -fue periodista acreditado en los juicios a los criminales de guerra al triunfo de la revolución- dicen mucho de su olfato natural para localizar la noticia y trasmitirla con maestría.

Todo lo dicho hasta aquí, es aval suficiente para traer a los marcos de la recordación la vida y obra de Wilfredo Naranjo; no obstante, el derecho propio y la invitación permanente al mundo de Clío, lo obtiene de su nunca abjurado amor por el pedazo de geografía que el destino le asignó por cuna, defendido con pasión y vehemencia a través de sus escritos periodísticos y trabajos monográficos, los cuales comenzaron en 1977 y creciendo paulatinamente alcanzaron en 1987 más de 50, esperando en la actualidad por un editor que meditando más en el fruto espiritual que en el dinero, se decida a publicarlos. Algunas de sus estampas vieron la luz en el periódico La Demajagua entre los años 1982 y 1984, fecha en que el mismo autor comienza a ofrecérselas a los manzanilleros de forma radial.

Sus trabajos no son muestra exquisita de hacer historia a la manera científica, no señor, son nítidos capítulos de la vida del hombre, de la cotidianidad natural sin la cual las tendencias, regularidades y procesos no serían más que brumas teóricas, siendo esta condición el sello más distintivo y valioso de su obra, pues a partir del hecho recoge la historia, la edulcura, la defiende y nos la tira al rostro diciendo: es de ustedes, nuestra. Así escribe La Casa Capitular de Manzanillo, La Glorieta Morisca del Parque Céspedes de Manzanillo, Recuento de la Radiodifusión en Manzanillo, Vida y Obra de Carlos M. de Céspedes en Manzanillo, Historia de las Artes Gráficas en Manzanillo y otros más, con los cuales como juglar en bicicleta nos va diciendo quienes somos y de donde venimos.

Es a partir de este momento; o sea, en que la historia apasiona a Naranjo y lo anuda a su escritura, que su defensa al patrimonio y la identidad encuentra la herramienta certera para ajustar la máquina de la promoción cultural. El diapasón y las razones de su vocación hayan el medio justo para accionar en busca del autorreconocimiento local; y el pasado, gravitando sobre nuestras vidas, es aprovechado magistralmente por él, quien de ahora en adelante y de manera sostenida participará en eventos, encuentros, seminarios, talleres y todo tipo de forums, con el objetivo de dar a conocer y enaltecer a través de la historia, la vida de un conjunto humano que agrupado en un entorno conocido como el Golfo de Guacanayabo es indispensable y consubstancial a la hora de estudiar el devenir histórico de la nación cubana.

Consciente de la importancia de la labor, presta ayuda a los museos, escuelas, Casa de Cultura, de la trova; y las entidades oficiales, conocedoras de su valía, lo hacen miembro de sus filas; así se ve militar en la Comisión de Historia, de Cultura del Poder Popular, de Patrimonio, en la UNEAC y la UNIHC, siempre de manera activa y el boletín Litoral, constituye un ejemplo de lo que se puede hacer por no mancillar la historia y si por divulgarla.

Su preocupación y ardua labor en el rescate de la identidad cultural lo van haciendo día a día, indispensable a la hora del conocimiento histórico local, y el pueblo, con esa espontánea gratitud para con sus benefactores, comienza a llamarlo Historiador de la Ciudad; mientras los medios de difusión masiva solicitan su concurso para la realización de seis videos-tapes en relación a la historia y cultura de su terruño.

Sin tratar de acercarnos a los análisis caracterológicos de Griñán Peralta, unas breves líneas en este sentido son indispensables. Poseía Wilfredo una condición casi quijotesca a la hora de defender la verdad, frisando la crudeza y por qué no la irreverencia; más, ello era producto de su manera apasionada y el profundo amor profesado a su mundo local, calzado indiscutiblemente por la convicción de que un hombre honrado siempre dice lo que piensa y expresa lo que siente; teniendo la desidia oficial en él, uno de sus más enconados enemigos, razón por la cual su verbo mortificó en más de una ocasión el tímpano de uno y el pellejo de otro. Vivió orgulloso de su origen humilde, sin defenestrar la memoria de un padre mantecadero a pesar de haber sido adoptado por personas solventes, y la sobriedad en el vestir atestiguan su sencillez. Como cubano de pura cepa fue portador de un carácter jaranero y jocoso, sobre todo, si había degustado algunos sorbos de Pinilla; y su manera peculiar de contar la historia -henchida de detalles, gestos, exclamaciones- hacían de su compañía un rato inolvidable, sintiéndonos actores de un hecho que por la boca de aquel manzanillero parecían imágenes de un filme.

Entre los tantos reconocimientos hechos a su persona merecen destacarse por representar en gran medida la forma y objetivo de toda su labor, dos de manera particular. Uno, el Pergamino de la Ciudad de Manzanillo, que constituye el reconocimiento oficial de un pueblo, al hombre que tanto hizo por su historia y presente; mientras el otro, la Medalla Conmemorativa por el 30 Aniversario de la Academia de Ciencias, es el galardón de la más alta institución científica de Cuba otorgada a quien con la vida hizo ciencia.

Y la enfermedad, con sigilo maquiavélico minaba su cuerpo y poco a poco menguaba sus fuerzas; empero, no pudo con la voluntad y el deseo de servir a su pueblo, pues hasta el último momento se mostró atento y deseoso de contribuir al enriquecimiento cultural de la Ciudad del Golfo. Y tan natural como fue su alumbramiento, así dispuso fuera su deceso, sin flores, sin palabras encumbradoras, no como expresión excéntrica y si como cabal compresión del último destino sin el cual no seríamos lo que somos: hombres. Cuando el 15 de Febrero de 1993 moría Wilfredo Urbano Naranjo Gauthier, sólo se verificaba su desaparición física, ya que la muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien con la obra de la vida.

Fecha de publicación en Enciclopedia Manzanillo: 2007.