Sobre cómo y por qué se juntaron puertorriqueños y manzanilleros para celebrar el 150 aniversario del natalicio de José Martí.
Cuando el 28 de enero del 2003, cubanos y puertorriqueños marchaban hacia el busto de José Martí, colocado en el parque central de la ciudad de Manzanillo, en el oriente cubano, el ciclo abierto por Don Modesto Arquímides Tirado y Avilés, a finales del siglo XIX, daba otra vuelta de espiral en el anhelo independentista y la pasión por la libertad que, desde la época de la primera base del Partido Revolucionario Cubano, ha hecho de las dos islas más, mucho más que las dos alas de un mismo pájaro. Y se dice puertorriqueños en plural porque, si bien el único borinquen que físicamente estuvo con los manzanilleros fue Edwin González Vázquez, Representante de la Misión de Puerto Rico en Cuba, el numen de decenas de puertorriqueños, y principalmente el del comandante Modesto Tirado, los acompañaron hasta el pie del busto que enseña día a día la faz del más trascendente, universal y útil de los cubanos: José Martí.
Llegó a Manzanillo el representante de los independentistas puertorriqueños, invitado por la ciudad que recibió e hizo suyo, en el pasado siglo, a ese ponceño ilustre que fue Don Modesto Tirado: amigo personal de José Martí, ayudante de campo de José Maceo, Secretario de Despacho de Bartolomé Masó, Comandante del Ejército Libertador de Cuba, Delegado a la Asamblea de Santa Cruz del Sur, Marianao y el Cerro, primer alcalde por elección popular en Manzanillo y también su primer historiador en propiedad. El compatriota borinqueño visitó, en esta ocasión, el lugar más sagrado de Cuba: La Demajagua, sitio donde aquel 10 de octubre de 1868 eclosiona la nación cubana; la humilde escuelita que lleva el nombre del Comandante Tirado, el Archivo Histórico de la ciudad -también se nombra Modesto Tirado-, y el parque de igual gracia, sitio donde se pensaba realizar la Vigilia y que debió ser trasladada hacia el cine "Popular"; pues, una pertinaz lluvia desde el domingo en la noche, impidió realizar el homenaje en la locación escogida. Llegó también el visitante, ante los monumentos dedicados a Celia Sánchez Manduley, Jesús Menéndez Larrondo y deleitó su espíritu al contemplar los salones del regio teatro recién inaugurado en la ciudad.
Ahora bien, ¿por qué hacer la Vigilia en el parque Modesto Tirado? Desde que Juan Francisco Sariol, director de la revista ORTO, iniciara en 1926 la peculiar celebración conocida en sus inicios como Nochebuena Martiana; Don Modesto púdose contar entre los que animaron y dieron brillo al convite; en tanto, su relación con Martí le permitía ofrecer un testimonio de primera mano sobre el Cubano Mayor, viniendo a ser este ponceño-manzanillero, fue declarado Hijo Adoptivo de Manzanillo, el primer no cubano -sólo por nacimiento-, residente en la ciudad, que habló con tanta pasión y propiedad a los manzanilleros sobre el Apóstol; mas, si este argumento pareciera a algunos insuficiente, el hecho de que Tirado puso todo, incluso su vida, al servicio de la independencia de Cuba, hace inútil cualquier objeción. Remata la justeza de la celebración en el lugar, la primera base del PRC que se constituye también para auxiliar y fomentar la independencia de Puerto Rico, mandato todavía vigente y que impone a los cubanos de buena ley la obligación moral -ante Dios y los hombres-, de no descansar hasta ver a Puerto Rico convertida en una nación libre y soberana.
La Vigilia Martiana, decursada entre versos de Martí, poemas dedicados a él, representaciones dramáticas de sus textos, canciones, opúsculos en torno al Apóstol y el pensamiento puesto a sus pies, corrió desde las 10 pm. hasta aproximadamente las 11 y 45 pm., momento en el cual, todos, -cubanos y puertorriqueños-, marcharon hacia el busto del Maestro a ofrendarle las flores que en sus Versos Sencillos había pedido. La peregrinación de los vigilantes era encabezada por la Banda Municipal de Conciertos de la ciudad de Manzanillo; inmediatamente detrás, la bandera cubana, aquel sudario heroico redimido con sangre en los campos de Cuba Libre y que un día, en magnífica visión, inspiró a Antonio Vélez de Alvarado para, en paroxismo patriótico, idear la bandera de Puerto Rico; esa bandera, compañera de los vigilantes durante la marcha y la puesta de las ofrendas florales al busto de José Martí, ondeó al viento por virtud de manos cubanas y puertorriqueñas: el Representante de la Misión de Puerto Rico en Cuba la sujetaba con la misma pasión que si hubiera sido la suya propia; tal vez, el Comandante Modesto Tirado, amigo de Martí, le ayudaba…
Fecha de publicación en Enciclopedia Manzanillo: 2007.