Crónica interpretativa sobre la exposición fotográfica titulada Fidel en Granma, que fue expuesta en el Museo Municipal y en los salones de la Galería de Arte a partir del mes de marzo del 2007.
Aseverar que Fidel Castro, Presidente de la República de Cuba, es uno de los hombres más fotografiados del mundo no es una exageración; la exposición inaugurada ayer miércoles 28 de marzo del 2007 en los espacios del Museo Municipal, primero de su tipo en el país, y en los de la Galería de Arte "Carlos Enríquez", así lo refrendan. Congelados en imágenes, son 200 los instantes que recuerdan el paso de Fidel por estas tierras; sin embargo, esta exposición comporta para los manzanilleros algo más que una útil remembranza patriótica y revolucionaria, en tanto, se verifica en un año donde singulares conmemoraciones -especialmente para nosotros, los manzanilleros-, se recuerdan, a saber: el 60 aniversario de la llegada, por vez primera a Manzanillo, del imberbe estudiante que, acompañado de Lionel Sotto, traía la encomienda de los estudiantes de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana de llevar a la capital el bronce épico de la Demajagua, el cuadragésimo octavo aniversario de su primer discurso a los hijos de esta indómita tierra y el quinto de su última visita, donde dejó inaugurado, entre otros, el programa de Superación Integral para jóvenes.
El guarismo de doscientas fotografías no es razón suficiente para decir que el sujeto de las mismas es el más fotografiado del mundo, pero si se presupone que en cada una de esas visitas se le tomaron un promedio de 50 instantáneas o más, ¿cuántas en total han podido habérsele tomado a un hombre que en sus ocho décadas de vida ha realizado 76 viajes por el mundo, y llegado a los territorios de la actual provincia Granma -sólo después del triunfo revolucionario-, en cerca de 40 ocasiones? La cifra es, sin duda alguna, de miles de fotografías; y a decir del poeta César López, refiriéndose a la casualidad como el azar concurrente; días atrás un amigo alemán me obsequió 183 imágenes digitales del actual presidente cubano que van, desde antes del Moncada, hasta las de su reclusión involuntaria en virtud de la enfermedad que le aqueja, eso sin contar las decenas de imágenes atesoradas por el Archivo Histórico de la ciudad, sacadas de la prensa local en los primeros años de la revolución. Sin embargo, creo indomablemente, que más importante que las instantáneas es lo pensado, sentido, dicho y legado en esas ocasiones, especialmente las tres referidas más arriba.
En la primera de ellas, postrimerías de octubre de 1947, la intención era llevar el bronce de la Demajagua hasta La Habana para, después de un mitin político, marchar al palacio presidencial y pedir la renuncia del presidente Grau San Martín. Como recuerda Clio, la campana fue robada, y, luego de su aparición, la peregrina idea de Grau de dejar el símbolo en la capital provocó la cívica repuesta del pueblo de Manzanillo que, declarado en huelga, obligó al regente nacional a devolver el símbolo a la ciudad con los grados de Mayor General; moraleja: perdura y triunfa lo que un pueblo quiere, cae lo que un grupo ambiciona.
El segundo momento, transcendental además, fue en la madrugada del 4 de febrero de 1959, cuando habló a una multitud jamás vista frente al desaparecido hotel Edén, hoy Pizzería Nápoles, donde, además de reconocer la labor de Manzanillo en sus hijos con frases como estas: "[...] Cuba entera debe estar agradecida de Manzanillo porque de Manzanillo salieron los primeros dineros para la Revolución, los primeros víveres, las primeras hamacas, los primeros zapatos, las primeras frazadas, las primeras medicinas y los primeros voluntarios... [...]", dejó establecido, desde ya, cuáles serían las directrices ideológicas que consolidarían la Revolución: "unidad y opinión", sustantivos que, en ósmosis creadora, son los únicos sostenedores de cualquier empeño común, pues, la unidad que no contempla la diversidad conduce a la tiranía; Fidel Castro, intérprete fiel del pensamiento martiano, sabía "[...] que en una república no hay más paz ni prosperidad que la que viene del ejercicio serio y oportuno de la lengua [...]".
El tercer instante, ahora conmemorado; fue su visita a Manzanillo en marzo del 2002, momento en el cual, además de dejar inaugurada la Academia de Artes Plásticas "Carlos Enríquez", dejó las indicaciones para satisfacer un anhelo agónico de los manzanilleros: un suministro de agua digno de un pueblo como el nuestro y la reparación de un tramo de la carretera que va desde la urbe del Golfo hasta Bayamo. La oficialización del programa de Superación Integral para jóvenes resultó un acierto monumental, pues, a pesar de los pesares y los tropezones diarios, creará hombres y mujeres capaces de pensar por si propio; o sea, hombres libres o como solía llamarlos el Ché: "hombres nuevos", arcilla imprescindible para la sociedad soñada, porque con mandones y serviles -de los que está lleno el mundo-, no se puede edificar, sin que se venga abajo, anhelo alguno de justicia y felicidad humana. Fidel Castro, intérprete fiel del pensamiento martiano, sabe que hacer es la mejor manera de decir, por eso hace, pero al mismo tiempo, reconoce que decir es vital para la condición humana, como le es imprescindible el aire al pájaro, el agua al pez, el eje a la rueda o el hueso a la carne. Cada visita deviene en intercambio, razonamiento, diálogo, debate, terminando el encuentro -casi siempre-, en discurso, mientras la palabra, hecha para decir la verdad, vuela libre y se funde al concepto de Revolución como nunca antes se había hecho, y el orador, con tono viril y enfático lega para todos los tiempos: "Revolución es no mentir jamás [...]" y su verbo sigue taladrando los oídos y el corazón, se trastoca en imagen y una imagen, reza el viejo refrán, vale más que mil palabras.
Por eso, bien hacen los manzanilleros en inaugurar esta exposición donde la imagen, palabra inatrapable, nos dice e invita a decir.
Fecha de publicación en Enciclopedia Manzanillo: 2007.