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Nemesio Lavié: Académico.

Autor(es):
Waldo Medina.

Elogio a Nemesio Lavié por su ingreso a la Academia de la Historia de Cuba.

Modesta y silenciosamente como cuadra a los verdaderos trabajadores de las letras -los que se exprimen el corazón en jugo azul del cerebro para servir la causa mejor de la vida, la cultura, sin esperar nada y darlo todo- Nemesio Lavié se apeó de la  guagua que lo trajo de Santiago de Cuba, caminó hasta el hotel en que siempre se aloja, releyó un rimero de cuartillas y fué al Archivo Nacional para recibir su investidura de académico correspondiente en Manzanillo que le acaba de conferir la Academia de la Historia de Cuba.
 
Pulcro y sencillo en su indumentaria como en su prosa, como en su vida, de la que ha hecho una norma de corrección y civilidad, se ha dado desde hace años a la tarea solidaria y riesgosa de servir desinteresadamente los valores históricos, morales y sociales de su país, y, en particular de su región oriental. "Acción Ciudadana" -revista y asociación- es el mejor testimonio para lo que decimos. Y su obra escrita -cientos y cientos de artículos- "Hogar y Patria", nombre de veras sugeridor, y "símbolo de honda y perpetua aspiración de Martí".
 
No se le puede hablar del Maestro sin que se asome a sus ojos azules el brillo celeste de una pura emoción que le impulsa en seguida a evocarlo en sus pensamientos y acciones singulares. Granos de Oro en siembras definitivas de amor y confianza, de seguridad y fe en las cosas de la patria, son sus palabras dichas o escritas, en cartas o conversaciones inolvidables. A su lado, no quisiera nadie que ame lo que él ama separarse. Es comunicativo y acercador y sabe del silencio cuando hay pena en las almas.
 
No se le puede hablar de Cuba y su grandeza heroica, de Cuba y su siglo dorado en la cultura, de Oriente y sus tradiciones repletas de épicas hazañas, de Manzanillo, de sus natales y su largo laboreo patricio en cultura y coraje sin que no se le vea su bello espíritu erguido espigando estrellas, es decir, echado a la faena insólita de pensar, de corregir, de enderezar y ordenar.
 
Todo él se le escapa a ramalazos de entusiasmo cuando dice -y dice bien con precisión- algo sustancial sobre Carlos Manuel de Céspedes, padre de padres de la patria liberando esclavos en Palmas Altas; cuando desgrana el rosario sagrado de las anécdotas de Bartolomé Masó, el solitario de la "Jagüita", cuando perfuma almas contando la personalidad criolla y americanista de Rafael María Merchán, "alentador de inquietudes revolucionarias decisivas" para la patria profunda que llevaba dentro, entrañablemente, como el Manzanillo de su nacimiento y el de Titá Calvar.
 
O cuando habla conmovido del Grupo Literario de Manzanillo, de la revista ORTO de sus devociones artísticas, orgullo de Oriente en el ruedo de la América Latina por donde circula como en tierra propia gracias al impulso tenaz de Sariol, y de la Editorial "Biblioteca Martí" con su mano de "montunos" hacendosos y lúcidos como el Dr. Manuel Sánchez Silveira y el poeta y gran ciudadano del mundo Navarro Luna, cuya belleza en el verso desafía la palabra escrita.
 
Nemesio Lavié ha pataleado cielos y caminos de agua y tierra en la búsqueda infatigable de Ariel. Su único equipaje en ese maravilloso peregrinar ha sido el de la patria, el del hogar, el de la amistad al estilo martiense.
 
Por eso donde quiera que se le presentó el banquete pantagruélico de la gente de boca y bolsa o el convite humilde de sus amigos o conocidos pobres del campo, la ciudad o la montaña, de un tirón de rienda alegre se quedó con los últimos.
 
El aprecio justo pudiera entenderse excesivo por quien no se ha entibiado las manos ante el fuego sagrado de la verdadera amistad que hace digna la aventura de la vida. Una amistad fraternal me une desde hace tiempo a Nemesio Lavié; pero diré solamente "que haber conocido a hombres como él lo compensan a uno de todo cuanto haya podido sufrir de trampa y desengaño en la amistad de otras personas".
 
Sé por otra parte que Nemesio Lavié, con su cabeza blanca en canas, alegra su vida de suyo optimista frente al paisaje majestuoso de la Sierra Maestra, y, entre libros, y el cariño de su esposa e hija, en su linda casita del Caney a menudo se ufana en decir "que al mirar atrás, pienso que no pediría riquezas ni poder, sólo pediría el don supremo de tener amigos".
 
Cuando la Academia de la Historia lo recibió ayer noche -esa academia donde sólo la musa Clío debe reunir las glorias puras de las letras y de la historiografía cubanas- un abrazo de brazo y alma fué mi felicitación primera.
 
Este es mi elogio de Nemesio Lavié. Es necesario hacérselo a la Academia. Honrar, honra.
 
Fuente: Orto, Año 39, No. 3, Marzo/1951, pp. 5-6.



Creado: Lunes 22 de Agosto de 2016