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Pedro Soto Alba, Comandante del heroísmo y el sacrificio.

Semblanza humana y biográfica de este Comadante post mortem hecha por sus padres y un compañero de lucha.

Bartolo Soto es un mulato claro, alto, fuerte, con rigurosas manos de trabajador. Todavía trabaja. Lucha cotidianamente por la Revolución que hizo su hijo a balazos y golpes de heroísmo y sacrificio y tenaz voluntad de servir a la patria. Por su parte, la madre, esta clara mulata de nombre Lucrecia Alba, que sigue pegada como desde toda la vida al diario trabajo de cuidar y guiar una familia, se siente orgullosa de que su hijo haya seguido las huellas del mambí que sentaba, desde muy pequeño, al nieto en las piernas y le contaba cómo un cubano como ellos había llenado la Historia con sus épicas hazañas guerreras, cómo tenía el cuerpo lleno de balazos enemigos, cómo al tocarle jefe en aquella gesta mambisa le había cabido el honor de tener este extraordinario revolucionario de nombre Antonio Maceo. Juntáronse así estos cuentos de guerra libertadora de Pedro Sotto Alba con las enseñanzas rebeldes del antimachadista Bartolo en la inteligencia despierta y acogedora del hijo tenido con Lucrecia el 27 de diciembre de 1935, nacido en Los Cayos, barrio La Julia, cerca de la heroica Bayamo, para dar a una guerra de liberación americana –la del pueblo de Cuba, combatiente y combativo, trabajador y revolucionario e internacionalista- uno de los liberadores de más alto espíritu de sacrificio y de valor más espartano y cimero: Pedro Sotto Alba. De él se habla en estas páginas. Y son los encargados de hacerlo el padre, la mamá y uno de sus compañeros de disparos guerrilleros. César Suárez. Veamos…

LUCRECIA

Nació hermoso, grande, con los ojos verdes pues tanto el padre como yo tenemos los ojos claros. Un niño inquieto, pero no malo. Bartolo dice que era algo malo porque se fajaba mucho. Bueno, sí, era de genio vivo pero no bellaco. Primero fue a una escuelita particular donde se pagaban diez centavos semanales y luego pasó a la escuela de ese gran maestro manzanillero que fue Bazán, forjador de hombres de conciencia y que sin duda influyó con sus enseñanzas en el concepto de la disciplina, el amor a la Patria, a la dignidad humana que tenía mi hijo. Lo de Pedrín surgió por primera vez de los labios de un bodeguero al cual nuestro hijo, pequeñito, la hacía "mandados" en el negocio. Después todos, hasta en la guerra, siguieron con lo de Pedrín, Pedrín, que quizás tenía relación, ¿no?, con el cariño que siempre  inspiraba a todos por su bondadoso carácter, su alegría, su simpático modo de ser.  

BARTOLO

No, no malo, pero sí peleador. Le gustaban de niño los deportes peligrosos, como la pesca. Con unos amigos hizo un bote para pescar. También levantaba pesas, para desarrollar los músculos… ¿Pero quién puede desarrollar los músculos con hambre? Luego sí, luego sí se desarrolló pero fue en el combate guerrillero, en el trajín de los tiros en la montañas. ¿Qué cosa más singular, eh? A los diez años no pudo continuar estudiando. Alcanzó el tercer grado de primaria. Había que sobrevivir y tuve que sacarlo de la escuela, pese a mi voluntad. Lo primero que hizo fue trabajar de recadero en una zapatería y luego pusimos lo de los tamales, pican y no pican, que se hicieron populares en Manzanillo y que nos permitía vivir. En eso estaba toda la familia. Muy pequeño, Pedrín y su hermano Bartolo –otro hijo mío muerto en la Revolución- andaban conmigo por los caminos cargando sacos de maíz y sacos de hojas de plátanos para nuestro "negocio". Recuerdo una vez que veníamos de Blanquizal rumbo a Manzanillo, deslomados con sacos de las tales hojas… ¿Porque sabe cómo era el asunto?  Pues para ahorrarnos los seis reales que costaba la guagua íbamos a pie hasta nuestra casa, que quedaba en una loma… Y bien, ese día decidimos coger transporte porque yo traía un saco enorme, con diez rollos de tales hojas. Y para la guagua. Y suben Bartolo y Pedrín pero cuando yo voy a subir, el chofer no me dejó, por lo del saco, y arrancó. ¡Compay! Pedrín, que era pequeño empezó a llorar y a decir que cómo iban a dejar a su papá con aquel sacón tirado en el camino, que no, que no. Y tal fue la cosa que desde ese día –otra muestra de eso que contaba la mamá de que él se ganaba a todos inmediatamente- aquel hombre nos montó siempre con sacos y todo.

LUCRECIA

Como estaban las enseñanzas de mi padre, como estaba el ejemplo de Bartolo que había militado en la Liga Juvenil Comunista por los años treinta, yo estaba segura que Pedrín se iba a poner a conspirar contra Batista, cuando regresó en 1952 ese conocido asesino.

BARTOLO

Era chapistero por ese entonces. Seguía ayudándome con los tamales pero ya ganaba sus reales en ese trabajo. A los 18 años formó familia, con la mamá de su único hijo. Flora Batista se llamaba la muchacha y se aman y viven en ese cuartico de atrás de nuestra casa; ese cuartico donde todo parece grande porque Pedrín lo llena con su entusiasmo, con su amor, con su ternura.

LUCRECIA

Porque fíjese que cuando mi hijo se va México está enamorado, tiene un hijo de dos años –Pedrito-, tiene trabajo, tiene porvenir… pero él sueña porvenires para todos, hijos para todos, amor para todos y primero hay que tumbar a Batista, acabar con Batista y lo que Batista significa.

BARTOLO

Fue el Moncada. Eso lo impacto. Ahí le empieza ese amor por la Revolución, esa confianza y ese cariño tremendo por Fidel y Raúl. Conoció en Manzanillo al extraordinario cuadro revolucionario Ñico López y en el mes de noviembre de 1955 ya lo tenemos militando en las filas del Movimiento 26 de Julio. Desde antes, miembro activo de la juventud Ortodoxa, Pedrín andaba metido de lleno en la vida clandestina. Como otros tantos militantes de esta organización, pasó al 26. Ahí es cuando mi casa y la de mi hermana Amparo Sotto se convierten en lugares de reunión a donde acuden Celia Sánchez, Manolo Echevarría, Beto Pesant, César Suárez y otros combatientes revolucionarios. Por cierto, que me hacían grandes "bajas" entre mis picantes y no picantes tamalitos.

CÉSAR SUÁREZ

Yo no conocí a Pedrín hasta que comienza a organizarse el Movimiento 26 de Julio, o sea, noviembre o diciembre de 1955. Sucedió esto en la casa de Amparo, su tía Amparo, centro activo de quehacer revolucionario, uno de los primeros lugares de Manzanillo donde se empiezan a reunir los veintiseístas. Un muchacho muy simpático, que hacía amigos con gran facilidad, afectuoso, es Pedro Sotto alba. Enseguida nos hicimos grandes amigos. Una de las misiones que se le confiaron en estos tiempos fue ir a Santiago para recoger un M-1 que debía servir al entrenamiento de los jóvenes que se preparaban para lanzarse a la lucha armada contra el tirano. El propio Frank País le entregó el arma, responsabilizándolo con el entrenamiento futuro de los militantes de toda la costa, desde Manzanillo hasta Pilón. Recuerdo que nosotros lo estábamos esperando en casa de Amparo y, lógicamente, sentíamos la preocupación de que pudiera pasarle algo, que fuera a caer preso. Y en eso llega él, con un saco de yute al hombro, de donde sobresalía el eje de un camión, lo abre, y dentro vemos el arma. Así, personalmente, en un saco, desarmada, cargaba con la carabina para visitar Calicito, Campechuela, Ceiba Hueca, San Ramón, Media Luna, Niquero y Pilón, en ómnibus, instruyendo a los futuros combatientes revolucionarios en el manejo de armas. Por cierto, que apenas al llegar dijo que debíamos aprovechar el que hubiera varios compañeros reunidos para iniciar las clases. Y Manolo Echevarría, Vitico Boronat, Lalo Vázquez y las compañeras Micaela Riera y Amparo Sotto recibimos las primeras instrucciones de las muchas que él impartió. Como a los tres meses de esto que te cuento, Frank autorizó a que compráramos un carro con el producto de una verbena que habíamos dado en el parque de Media Luna y que se pusiera a mi nombre por estar menos "quemado" que Pedrín y, además, por poseer medios visibles (la Perfumería Sabatés, agencia) que no hicieran sospechosa la tenencia de un auto. Pedrín insistió en que fuera un Ford ya que él trabajaba en su agencia manzanillera y de este modo sería más fácil adquirir los repuestos y hacerle cualquier reparación que pudiera necesitar. La actividad conspirativa es intensa. Posteriormente, en septiembre de 1956, el Movimiento lo designa para partir rumbo a México, y nos separamos, por el momento.

BARTOLO

Junto con Manolo está Pedrín en eso del viaje. A mí me dijo que se iba a Venezuela. Luego, cuando llegó un telegrama para Echevarría diciéndole que embarcara, éste viene y me dice donde está nuestro hijo y que él va a reunírsele. Y parte también. Allá, Pedrín, cuando se encuentran recibiendo entrenamiento militar en el campo, pone una vez más en evidencia su enorme capacidad para ganar amigos y establece fraternal relación con los campesinos e indios mexicanos. José Smith Comas, valeroso y audaz joven cardenense, que en la expedición vendrá como como Capitán Jefe de la Vanguardia, asesinado a los pocos días del desembarco, es quien le entrena. Al distribuirse los hombres para la inmortal hazaña del Granma, le toca formar filas en el pelotón del entonces capitán Raúl Castro. Luego, será la travesía difícil, el desembarco, sus primeras peripecias guerrilleras en su querida tierra oriental.

CÉSAR SUÁREZ

Como conoce nuestro pueblo, luego del desembarco del Granma se produce el revés de Alegría de Pío, el 5 de diciembre de 1956 y los expedicionarios se dispersan. Ese día muere Humberto Lamotte y la tiranía comienza su ola de asesinatos con los expedicionarios que logra capturar. Empiezan a tirar volantes para que los combatientes se entreguen y ahí Pedrín escribe una de sus más brillantes páginas como revolucionario, al darse a la tarea de recoger armas y balas para proseguir la pelea. Así, carga con dos fusiles de mirilla telescópica con su correspondiente parque y se esconde en la casa de una prima que vive cerca de la zona por donde él se encuentra. Posteriormente, irá a Manzanillo y subirá a la Sierra Maestra dentro del primer grupo de cincuenta hombres que envía Frank desde la heroica Santiago. Y se produce nuestro reencuentro precisamente el día de mi cumpleaños, 13 de octubre, en el hitórico campamento de La Pata de la Mesa, en lo más intrincado de la Maestra. Me quedé frío cuando vi a Pedrín: el chapistero hambreado, flaco, desnutrido, aquel jabaito insignificante corporalmente, era ahora un muchacho alto, corpulento, todo un guerrero apto para los sinsabores y avatares de la dura vida del soldado guerrillero. La Sierra le había liberado físicamente, le había hecho un hombre de montaña. En lo adelante participamos juntos en varios combates y de todos aquellos momentos de guerra, el que recuerdo con mayor emoción en el pecho se sucedió al terminar el combate de "Chapala", una finca de San Francisco, casi a la entrada de Manzanillo. Sucede que yo había estrenado un par de botas nuevas ese día y al regreso se me reventaron los pies y apenas podía dar un paso… y ahí Pedrín dio otra muestra de solidaridad combativa, de su profundo sentido del compañerismo y la amistad al cargar conmigo al hombro y salir juntos, de trecho en trecho, rumbo a nuestro campamento guerrillero.

BARTOLO

Precisamente soy yo quien voy a verlo a casa de esa prima, Rafaela, hija de Amparo, porque después del desembarco no sabíamos si estaba vivo o muerto. Ella viene a nuestra casa y nos trae una moneda mexicana que mandaba Pedrín para que supiéramos que estaba a salvo. Allá voy entonces, portador del ofrecimiento que me había hecho un amigo que le quería bien, de interceder a su favor para garantizar su vida, si acaso decidía entregarse. ¿Y qué sucede? Pues que cuando voy llegando al bohío en Gorito lo veo muy parado al lado, y ni lo conozco. ¿Quién será ese muchachón?, me pregunto. Y ya cerca veo que corre a mí y es Pedrín, que me abraza y lo primero que hace es preguntarme por "la gente"… o sea, por sus compañeros… (Con él estaba Miguel Saavedra, que tratando de llegar hasta Manzanillo es apresado, torturado y muere sin decir dónde estaba Pedrín). Y bueno, eso es lo primero que oigo: quiere saber de Fidel, Raúl, los otros expedicionarios. Y ahí se produce eso: le digo que, si quiere entregarse un médico amigo me ha prometido protegerlo. Y viene su respuesta, tajante: "Papá, si usted me entrega, eso será lo único que no le perdonaría jamás…" Y yo: "no Pedrín, hijo, está bien, haz lo que quieras, yo sólo quise decirte lo que había…"

LUCRECIA

La última vez que vi a mi hijo fue en una finca donde trabajaba un hermano mío, entre Ceiba Hueca y San Ramón. Me abrazó, me besó y comenzó a contarme de México, de lo que habían hecho, de sus sueños de una Cuba libre, como por la que peleó mi veterano padre. Me hizo un presente: un cuchillo de guerra que había traído en el Granma y que todavía conservo. Estaba feliz y confiado en el futuro mi hijo Pedrín.

BARTOLO

Yo lo vi por última vez en Cieneguilla. Andaba lleno de optimismo combativo. Posteriormente, escribe desde el II Frente "Frank País" diciendo de lo orgulloso que está por haber sido seleccionado por el Comandante Raúl Castro para ir a abrir aquel nuevo frente guerrillero. Mandó también una foto, con una dedicatoria para nosotros y los familiares, fechada 3 de junio de 1958. El 24 de mayo, en un combate, había dado otra prueba, bella y heroica, de su calidad de soldado revolucionario, de su valor a toda prueba cuando, al avanzar guardias sobre ellos, al ver que tiene las piernas agarrotadas y no puede moverse por el mucho tiempo que lleva combatiendo en cuclillas, entrega su arma larga a los compañeros para que la salven, y con su pistola, se queda enfrentando a los guardias. Eso fue en Cuchilla del Sitio y de no ser por el refuerzo que llegó al mando del Comandante Aníbal, Belarmino Castilla, Pedrín hubiera muerto allí cubriendo la retirada de sus hombres, los pocos que en esos momentos están a su lado. Por esa acción, de excepcional heroísmo, se le otorga la "Legión de Honor Frank País". El 26 de junio, luego de enviar un telegrama a su hijo que ese día cumple cuatro años, Pedrín ataca el cuartel de Moa al frente de sus hombres. Con el valor que le caracteriza, en compañía de "Jotor" y el ayudante de este, Rubén Arias, avanzan hasta meterse dentro de las mismas trincheras enemigas. Allí les lanzan una granada que "Jotor" y Arias apenas logran esquivar dando un salto a un lado pero la cual, al hacer explosión, alcanza de lleno a Pedrín. En ese instante supremo, sus palabras finales son: "¡Salven el arma! Era ya capitán. Esa fue su última orden. Al despedir el duelo, Raúl le asciende póstumamente a Comandante y promete que cuando el pueblo, junto con su libertad recupere las riquezas de la nación disfrutada entonces por compañías extranjeras, aquella empresa de níquel robada a Cuba por los yanquis, llevará el nombre del héroe caído…l Hoy, el complejo minero-metalúrgico de Moa se llama Comandante Pedro Sotto Alba.                                                       

Fuente: "Pedro Soto Alba, Comandante del heroísmo y el sacrificio" [Entrevistaron: Mariano Rodríguez y Gilberto Ante. Fotos y fotocopias: Antonio Morales] En: Bohemia, 30 de junio de 1978, No. 26, pp. 84-87.



Creado: Jueves 30 de Junio de 2016