Jesús Eduardo Sabourín Fornaris nace el 7 de diciembre de 1928 en la ciudad de Manzanillo, dónde desde pequeño se inclina hacia el estudio de las artes y las letras. Su dedicación y sensibilidad hizo que hacia 1946, al terminar el bachillerato, se integrara a lo mejor de la intelectualidad manzanillera organizada alrededor de la revista de corte cultural Orto (1912-1957)(1) y el Grupo Literario de Manzanillo, fundado en 1921. En Orto iniciaría Jesús Sabourín Fornaris una obra fecunda y alentadora legando en sus páginas los comienzos de su vida literaria. Esta revista, que comenzaría a circular el 7 de enero de 1912, fue montada en la imprenta El Arte, de la ciudad de Manzanillo, por el santiaguero Juan Francisco Sariol,(2) convirtiéndose en un factor aglutinante de los muchos hombres de letras que se hacían eco de la actividad cultural de la región, el país y Latinoamérica.
En su primer número expresa:
Aquí está, pues, nuestra revista literaria. No será ella un conglomerado de páginas concentradoras de ridículos desahogos amorosos […] Pretendemos que sea Orto, fiel exponente, portavoz y órgano de la cultura y riqueza de este nuestro querido pueblo; por lo que solicitamos también el valioso concurso de todos aquellos que quieran ayudarnos con su colaboración, exponiendo en estas páginas sus ideas en pos de todas las bellas artes, la ciencia, la industria, la agricultura, el comercio, en fin, cuanto tienda o se encamine a difundir las luces de la civilización y el progreso, cuya noble y elevada finalidad perseguimos […] (3)
Cumplió Orto con sus objetivos, consolidando su posición con el paso de los años cuando, a partir de 1921, se erige en el espacio editorial del Grupo Literario de Manzanillo que, además, fue un hervidero de ideas y conspiraciones políticas, mostradas al pueblo a través de la revista. Se convierte además en la cuna donde jóvenes intelectuales iniciarían su obra. En sus páginas se publicaron artículos dedicados al arte, la cultura y la sociedad, dentro de los que se encontraban fragmentos de novelas, cuentos, poemas, obras teatrales, críticas literarias y en la última década de circulación de la publicación algunas crónicas o reseñas de cine. Entre los escritores cuyas obras aparecen en esta revista encontramos a Julio Girona, Manuel Navarro Luna, Carlos Manuel de Céspedes, Dulce María Borrero, Jorge Mañach, Manuel Sanguily, Nicolás Guillén, Raúl Roa, Alejo Carpentier, Fernando Ortiz, José Antonio Portuondo, Emilio Ballagas, Mirta Aguirre y Jesús Sabourín Fornaris, entre otros destacados intelectuales.
Según Ángel Larramendi un rasgo distintivo de esta publicación literaria fue el vínculo que siempre mantuvo con los escritores hispanoamericanos mediante la correspondencia que permitía conocer, no sólo las valoraciones acerca del proceso literario cubano e internacional sino también como era enjuiciada la labor de Orto y el Grupo Literario de Manzanillo.(4) Muchos de los escritores de la revista asumieron una posición crítica, de protesta y denuncia frente a la corrupción y desmoralización de la república y el sometimiento de la misma a los intereses norteamericanos y algunos de ellos adoptaron posturas marxistas-leninistas.
Los intelectuales reunidos alrededor de Orto también fueron los promotores de un homenaje anual a José Martí, instituyendo las Cenas Martianas como un evento que recorrió toda Cuba y llegó a países como Venezuela, México y España, dónde se recordaba y analizaba la obra martiana y su significación. Así encontramos en cada uno de los números de la revista el tributo, de una forma u otra, al ideario martiano. Los integrantes del Grupo Literario de Manzanillo eran seguidores de las ideas del Apóstol y del movimiento modernista que este llevó a cabo junto a Casal.
Estas ideas de avanzada y su difusión conllevaron, unido a las tradiciones patrióticas de la región, a la evolución ideológica de algunos de los integrantes del grupo, al mismo tiempo que propició el inicio de un arraigado sentimiento nacional, antiimperialista; tal fue el caso de Manuel Navarro Luna,(5) activo escritor de Orto. Al decir de Salvador Bueno: "[…] los 45 años de Orto permiten observar como los colaboradores se renuevan, aparecen otros nuevos, se incorporan a ella escritores más jóvenes. Por todo lo anterior, más que una revista literaria, Orto fue una verdadera institución cultural".(6)
En el caso de Jesús Sabourín deja su impronta desde muy joven, cuando aún cursaba la carrera de Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana. Publicó en la revista manzanillera algunos trabajos que fueron enmarcando su estilo y posterior desempeño como escritor. Su talento fue prontamente reconocido:
Hay valores literarios que nos entusiasman, sobre todo cuando surgen como Jesús Sabourín, uniendo a su sensibilidad artística una calidad humana amplia, plena de generosidades. Este muchacho, que desde que llegara a ORTO nos hizo ver que junto al viejo tronco habían [sic] retoños vigorosos, recibirá muy pronto un homenaje del Grupo Literario […].(7)
Inmerso como colaborador en la revista Orto, escribió artículos de crítica literaria, en la sección "La gaceta bibliográfica", dedicados a las figuras de José Martí y Juan Gualberto Gómez, El tema rural en la novela y el cuento cubanos l y ll, Eusebia Cosme en la Universidad de Oriente, algunas reseñas sobre libros recién editados, un cuento, dos traducciones del inglés y hasta una crónica teatral(8). Entre ellos sobresalieron las críticas que dedicó al cine, en las que mostró una notable forma de escribir y un vasto conocimiento sobre el tema. Encontramos crónicas como Mañana es demasiado tarde, Juegos prohibidos, La Rosa Blanca; dos versiones, una italiana y otra rusa, de la obra teatral Romeo y Julieta, de Shakespeare, sin olvidar Carmen Jones, entre otros textos del mismo período. Se puede afirmar que se trató del único momento en que puede hablarse de una crítica de cine en la revista, cuyo ejercicio efectuó con regularidad si se compara con la indiferencia que hasta su llegada había padecido el análisis del séptimo arte, aunque Orto había publicado, en el número de julio de 1929, la Carta a Jorge Mañach, de Raúl Roa, en la que éste se adhería a la condena al cine hablado (hecha por Mañach) atacando al Vitaphone y el Movietone, asociando dichos adelantos tecnológicos con el imperialismo fotogénico de Hollywood.(9) Luego, en 1954, el colectivo de Orto se manifestaría en contra del filme La Rosa Blanca, del director Emilio Fernández, pero salvo estos ejemplos no se ejercía en la revista la crítica de cine como tal.
Cuando Jesús Sabourín escribió sobre cine para Orto, entre 1953 y 1956, lo hizo, a pesar de su corta edad, con un lenguaje limpio y siempre con muestras de un bagaje intelectual amplio, que da la medida de una temprana formación cultural.(10) Hacia 1953, ya graduado de doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de La Habana, redactó la primera crítica de cine de la cual queda constancia en las páginas de Orto. Esta inauguraría la serie de seis crónicas que constituyen, quizás, el antecedente directo del ejercicio profesional de la crítica de cine en el Oriente cubano.
En el número de mayo-junio de 1953 sale el artículo Nota sobre un film italiano. Mañana es demasiado tarde.(11) En esta suerte de texto de iniciación en el ejercicio de la crítica de cine se evidencian muchas de las deformaciones o vicios propios de una formación intelectual intensiva, altamente especializada, en el tema de la teoría literaria y la filosofía, en este caso del arte, que acompañarían e incluso marcarían el desempeño profesional de Jesús Sabourín a lo largo de su vida.
El crítico de cine en gestación cae en la tentación académica de suscribir el texto a partir de un análisis exhaustivo, incisivo, de una profundidad teórica notable que desmarca o diferencia, su redacción definitiva, de las cinco restantes crónicas que publicó en Orto, sólo comparable, en su extensión y complejidad estructural, con el estudio realizado a la coproducción cubano-mexicana La Rosa Blanca, de Emilio Fernández.
Sobre la crítica a la cinta italiana es posible hacer algunos cuestionamientos perfectamente comprensibles. Más que todo el texto no supone una crónica cinematográfica en sí, en el sentido más convencional de la expresión sino, en todo caso, un artículo, más bien un ensayo de corte especulativo- experimental, donde el autor- escritor se toma las licencias literarias que considera pertinentes. Lo exponemos entonces como un texto a medio camino entre lo que consigue ser un artículo breve de corte más reflexivo, estructurado de una forma fragmentada, y lo que podría ser entendido cual un ensayo instrumental ensamblado por partes. El autor lo divide, para su redacción, en cuatro momentos a través de los cuales organiza un escalonamiento inteligente pero innecesario de la información teórica a manejar. En los tres primeros acápites realiza una interpretación introspectiva sobre algunas de las teorías manejadas por los diferentes psicólogos que se habían acercado al problema de la niñez y la adolescencia, haciendo todo un despliegue erudito sobre el tema, a partir de reflexiones filosóficas que lo harán desembocar en una cuarta fracción que intenta, más que decodificar las interrogantes del filme, establecer el mensaje subyacente, la moraleja implícita de manera sutil.
Sabourín vierte todo el conocimiento que tenía sobre las teorías refrendadas por especialistas como la psiquiatra alemana Karen Horney(12) el psicólogo austriaco Alfred Adler,(13) cardinales para desentrañar la esencia de la personalidad neurótica de la especie humana y cómo influye en todo el proceso de crecimiento emocional del individuo el desarrollo psicológico en su niñez, partiendo de la repercusión que tiene el medio educativo y familiar sobre el hombre como ser social. Esto hace que su texto crítico se resienta en tanto asume un tono didáctico pedagógico a través del cual intenta educar e informar al espectador- lector sobre las conjeturas a las cuales se remite para analizar la película en profundidad, para lo cual se vale de referentes epistemológicos y teóricos muy diversos entre sí.
Existe una constante remisión a las bazas epistemológicas que, desde las ciencias sociales afines como la psicología y la filosofía, comparten campos de análisis o estudios que tienden a complementarse, estableciendo desde esta perspectiva compleja e integradora, interdisciplinaria, los argumentos que, en última instancia, son los que arman el texto en un setenta y cinco por ciento. Ahora, lo más notable del artículo es la dosificación o segmentación del mismo en cuatro partes internas, estructurales, cada una de ellas funcionando de modo autónomo, independiente, en cuanto, textos expuestos como una sumatoria de apuntes libres, que al final, como si fuesen vasos comunicantes, se fusionan en un plano interno, de un modo no del todo coherente u orgánico.
Esto lacera la consonancia del cuerpo teórico del texto, al existir un desbalance organizativo que no permite la modulación correcta de la información utilizada, ya que dedica solamente la última parte a lo que sería el objetivo fundamental de toda crítica de cine: la argumentación, explicación y evaluación estética del filme a partir del análisis de sus logros y deficiencias en lo artístico y lo estético pero también en lo ideológico y lo sociocultural.
En este texto de iniciación se exponen como defectos los rasgos de una formación académica rigurosa,(14) que desembocarán en el atropellamiento inevitable de los afluentes filosóficos y socio-sicológicos que componen su arsenal epistemológico y metodológico. De un texto como el que analizamos emana, por otro lado, cierto misticismo de vocación marcadamente metafísica, que se hace letra a partir de la constante reflexión sobre la vida, el individuo inconexo y hacia el interior del propio discurso. Así llega a plantear el crítico devenido filósofo de gabinete:
El hombre, al construirse superestructuras que exaltan y orientan su personalidad en el laberinto del mundo, por sentir la nostalgia de una definición y un equilibrio que presiente le han sido arrebatados en días originarios, lo han hecho dejando en el empeño los símbolos calientes, sustanciadores de su ser, de su duro bregar fundamental. De este modo ha llegado inevitablemente a desvitalizarse, a deshumanizarse, a olvidar sus sentimientos mejores desvinculándose a ciertas leyes profundas de la Naturaleza […].(15)
Lo que en una crónica convencional sería la parte referativa, de establecimiento informativo de todos aquellos datos complementarios que dotarían al espectador- lector de una imagen muy general del filme que está siendo o será analizado, aquí no pasa de ser un arranque reflexivo dónde notamos que el autor no se desprende de su formación intelectual. No logra integrar armónicamente las distintas teorías que aplica durante el proceso de concreción de un texto que debería ser cuando más el análisis de la obra fílmica. Más adelante encontramos, incluso, la presencia de las ideas filosóficas, metafísicas, que rigen el desarrollo espiritual del individuo y que se insertan arbitrariamente dentro de la pirámide políglota que conforma el amplio diapasón de referentes teóricos a los que se remite conscientemente Jesús Sabourín, donde nos deja latente, además, su alineación como un hombre letrado, y las interrogantes internas y problemas que le afectaban en lo personal, incidiendo en su desempeño profesional:
[…] porque la salvación del hombre está en el triunfo sobre sí mismo y no sobre la realidad externa. De aquí parte su libertad humillada. Aquel triunfo implica […] un ejercicio de conocimiento y comprensión. La llamada civilización actual, contra lo que pudiera suponerse, estorba más que facilita este ejercicio fundamental de que hablamos.(16)
El espectador-lector público es obligado a engullir mucha información sobre las reflexiones filosóficas que el autor ofrece tomando como pretexto al filme y esto, desde el punto de vista comunicativo, es el efecto que quiere causar en el lector. Por eso afirmamos que no es una crítica convencional en ningún sentido. Salta a la vista que aunque en el título el autor declara que es Nota sobre un film italiano, el texto no llega a ser un artículo ni un ensayo breve propiamente dicho.
Una de las limitantes del texto es el desbalance evidente de su estructura interna. En nuestra opinión el artículo comienza, de veras, en el cuarto acápite, al plantear, "El niño: un desconocido, he aquí la frase definidora de Mañana es demasiado tarde, un triunfo más en la larga serie que puede mostrar orgullosamente la producción cinematográfica italiana de la postguerra".(17)
El autor se enfoca en el mensaje del filme más que en sus tipologías estéticas, porque considera oportuno resaltar las ideas reflexivas que llegaron a través de los personajes infantiles. Evalúa a la película positivamente, declarándola como un triunfo más dentro de la importante y prolífera producción cinematográfica italiana de la postguerra, al cual pertenece el movimiento neorrealista y la compara con Roma ciudad abierta (18) y Ladrón de bicicletas.(19) Sin embargo le parece, sin más elogios, una película decente, correcta, al plantear que muestra "[…] un decoro artístico y moral dignos de la más detenida atención"(20) utilizando la palabra decoro para marcar de un modo subrepticio que es una cinta digna pero discreta, sin ánimos ni pretensiones trascendentales, aun cuando las equipare con otros grandes e incuestionables clásicos del Neorrealismo.
Un rasgo que podría calificar hasta un punto como otra de las limitaciones de este texto es la ausencia, inconsciente o no, de información vital que por lo general es común que aparezca anexada en las crónicas de cine y que tributan a gestar en el espectador- lector un determinado nivel de actualización neófita en el tema, como el director de la película, la fecha de realización y la referencia actoral. Aun así encontramos en el texto la visión de un hombre humanista, sensible, romántico que se decide a decodificar un filme como Mañana es demasiado tarde, para llevar a cabo una labor de instrucción social sin ningún tipo de prejuicios.
No estamos ante una crítica impresionista, ni de una crónica con todas sus letras, sino, como antes mencionamos, de un artículo breve de corte reflexivo que toma como detonante a la cinta italiana. Jesús Sabourín no desdeña jamás la capacidad del cine como transformador y portador de creencias e ideologías. Es por eso que el análisis de las obras cinematográficas publicadas en Orto parte siempre de un principio humanista o filosófico que desestima el contenido del filme, lo cual, en su opinión, constituye el mayor aporte: el impacto positivo o negativo que tenga en el espectador-lector.
En el análisis realizado sobre la película Juegos Prohibidos,(21) publicado en 1953, aunque sigue especulando en un tono filosófico sobre la existencia, se visualiza, sin embargo, un cambio notable: no hay divisiones gráficas en la estructura interna del texto. Ocurre, en tanto, el recuento argumental del filme, propio de la crónica. En este caso Sabourín se toma la molestia a lugar de intentar narrar la película.
Rememora la última escena y la utiliza como detonante para reflexionar acerca de la cinta. Sin embargo el inicio del artículo está precedido por un exergo bíblico que da pie a la complementación del asunto del mismo. Contradictoriamente emana de este análisis algún tipo de misticismo, a partir de la constante remisión a los textos canónicos y la invariable cavilación metafísica hacia el interior del texto. Existe una creencia espiritual- religiosa inconsciente que aflora y afecta la lógica del discurso. Utiliza la película como un motivo para especular y filosofar, remitiéndose al arte para intentar explicar la realidad del hombre y viéndola como el reflejo del mismo:
Así se elevan estos niños y estas cruces, este juego a la vez intrascendente y profundo. Porque las cruces que velan el sueño de los muertos en un mundo donde nadie se acuerda de ellos sino por egoísmo, donde los vivos no se respetan por amor sino por el temor a la violencia, donde incisamente [sic] se despoja a la vida de su claridad y de su belleza originales, esas cruces, tienen que resultar prohibidas para las manos de los niños.(22)
Desde el punto de vista literario y lingüístico hay una utilización correcta de los recursos poéticos al uso entonces; además, exalta su ego analítico de espectador instruido y sensible, al declarar en él la presencia de una sensibilidad alerta(23) que hace que sus valoraciones acerca de las obras fílmicas no resulten casuales sino claramente deliberadas. Jesús Sabourín proyecta un estilo de trabajo selectivo en cuanto al análisis de las películas, que se remiten al cine europeo, desdeñando el mercantilismo propio de la industria fílmica norteamericana.
La evaluación de la cinta ocurre de una manera fundamental, declarando que es un filme excepcional primero por el asunto y en segundo lugar por "[…] el desvío de la línea realista trazada a veces con demasiado vigor por la cinematografía franco-italiana y el desplazamiento a un plano poético donde el realismo aparece como referencia y dato, no como ingrediente esencial".(24)
Esta evaluación positiva de la obra no estuvo alejada de los criterios expuestos por algunos de los contemporáneos de Jesús Sabourín, como es el caso de José Manuel Valdés Rodríguez, quién con dominio del tema, abundó sobre el filme. Al igual que nuestro escritor, el decano de la crítica cinematográfica cubana, en una de los juicios que se corresponden con la valoración acertada de la película, declara: “El drama agobiador de Juegos prohibidos está desarrollado por Clément con rara maestría, hasta lograr insólita integridad humana y artística, y una avasalladora fuerza dramática. Se ha de sumar a tales bondades la originalidad en el enfoque y el tratamiento dramático y fílmico del tema”.(25) Lo afirmación anterior demuestra que las opiniones estaban en concordancia.
Es notable dentro de la crónica efectuada por Sabourín a Juegos Prohibidos que, más que reflexionar hacia el interior del filme, lo hace de modo aislado, general, aludiendo al mismo sólo tres veces en momentos diferentes de su crónica, lo cual refiere un juego con la redacción convencional de este tipo de textos. Con una formación literaria amplia y gran erudición a pesar de su juventud deja en su obra, además de su afición por el cine, un profundo conocimiento sobre la literatura, el teatro y los escritores universales más importantes, de los cuales se nutre para decodificar el hecho fílmico.
En 1954 se estrena la cinta La Rosa Blanca, del director Emilio Fernández, la cual causó gran conmoción entre la crítica de todo el país. A finales de año Jesús Sabourín publica en Orto el artículo titulado Sobre la Rosa Blanca,(26) mostrándose en sintonía y resonando en parte los criterios dominantes en el espacio cultural cubano. En este texto nos encontramos una dicotomía entre lo que el autor reseña como anotaciones de "(…) breves impresiones"(27) sobre el filme, refiriéndose a su crónica, mientras luego dice que ha "(…) analizado serenamente" (28) la película, de lo cual deducimos que, además de ser selectivo a la hora de escribir sobre algún largometraje, los observaba varias veces.
Clasifica la cinta como mediocre al aludir que "[…] se aproxima bastante al justo medio"(29) y aclara también que "[…] La rosa blanca se halla tan lejos de la realización acabada y perfecta como de la inferior o deleznable […]"(30) Aunque comienza el texto señalando el tema, el director y las especificidades del filme, Sabourín no se resiste y continúa mostrando reflexiones acerca del hombre y la vida, las cuales utiliza en este caso para caracterizar y desentrañar los misterios de José Martí como personaje histórico.
Realiza una breve valoración de la obra martiana, que alcanza dentro del texto casi un cincuenta por ciento de la redacción, con lo cual oscila entre uno y otro acote sobre la cinta. Sabourín no se detiene tan sólo en el análisis de la esencia distorsionada del ideario martiano sino que refiere la pésima dirección de arte.
Al respecto refiere el mal trabajo actoral y el pésimo guión, cuando afirma que es una lástima que La Rosa Blanca incurra "[…] en fallos tan injustificados y fácilmente evitables como el de esos pésimos actores en los papeles de Antonio Maceo y Máximo Gómez, que dan a la película aire de comedia bufa, sin olvidar la secuencia sobre Martí en Guatemala, toda ella una torpeza mayor".(31)
Todos estos juicios expuestos no aparecen alejados en la cuerda de la apreciación de otros críticos como Guillermo Cabrera Infante que reseña que "La película […] se ha realizado con todo cuidado. Pero con eso no bastaba. Es necesario haber hecho no sólo una cinta cuidada (que sí lo es), perfecta (que no lo es), pero también conmovedora, que reviviese en cada conocido la vida, pasión y muerte de Martí […] En La rosa blanca está todo Martí pero falta Martí […]" (32)
En la crónica sobre La Rosa Blanca Jesús Sabourín se remite a determinadas escenas, como catalizador para hacer una reflexión profunda, un tanto poética, sobre quién fue la niña de Guatemala y lo que ella representó en la vida de Martí, haciendo un aparte de lo que no quedó del Apóstol en la película.
En 1955 Jesús Sabourín publica en Orto la crítica a una de las muchas versiones o adaptaciones cinematográficas de la pieza teatral Romeo y Julieta(33) de William Shakespeare (1564-1616). La crónica está permeada de un carácter encomiástico, dónde utiliza adjetivos y argumentos que subliman el largometraje a medida que lo ensalzan, llegando a afirmar que la cinta "[…] puede considerarse como una obra maestra de técnica y reconstrucción ambiental, como una proeza cuyos valores descansan más [sic] en el arte pictórico que en el puramente cinematográfico".(34)
Jesús Sabourín considera conveniente resaltar, desde el punto de vista artístico, las virtudes de la película. Se detiene a destacar el aspecto específico referido a lo que sería la caracterización de la época, en este caso, aludiendo al clásico del teatro isabelino. Concede a la versión fílmica el calificativo de una obra maestra, siendo capaz de detener su atención en un aspecto o elemento muy específico del lenguaje cinematográfico: lo ambiental, escenográfico-espacial.
El crítico escritor otorga mayor importancia, dentro del filme, a la reconstrucción del ambiente histórico, dejando de lado a los personajes, los cuales reseña como si mostraran apenas "[…] el relieve de una actitud humana".(35) Sabourín no se limita en cuanto a las adjetivaciones, que utiliza para la calificación estética de la cinta, asumiendo una posición de principios éticos con los cuales es consecuente.
En el despliegue de esas cualidades, por la doble visión exacta de personajes y ambientes, llega el film de Castellani al encasillamiento difícil de la perfección. Y no se puede tributar sino el más íntimo homenaje, ya del intelecto, ya de la sensibilidad, a estas imágenes y a estos escenarios tras de los que se adivina, discretamente profunda, la faz de un proceso enraizado en sabiduría y honestidad, la comprensión del arte inglés y su adecuada traducción a términos actuales.(36)
Aunque se deshace en elogios, contradictoriamente, encuentra y expone los fallos internos de la película, al final de la crónica, dónde resalta la falta de equilibrio dentro de la misma, señalando entre sus limitaciones la defectuosa construcción dramática de la obra a partir de la relación entre los personajes protagónicos:
Una sobriedad tejida de riquezas es así el fundamento de este film. Y resulta curioso que de ello provenga el único defecto que es posible apreciarle: un exceso de justeza, una minuciosidad agotadora que, al extender los dominios de la forma, desdibuja un tanto los contenidos de emoción esenciales en el modelo literario.(37)
Así mismo reconforta la consonancia de los juicios expuestos por Sabourín con los de otros críticos como Guillermo Cabrera Infante quién refería que "[…] a pesar de sus fallos menores […] Romeo y Julieta es uno de los filmes más bellos que hayan pasado por las pantallas de La Habana en mucho tiempo. Castellani ha sabido insuflar a la tragedia de los amantes regidos por las estrellas ese innato sentido plástico que es patrimonio italiano".(38)
José Manuel Valdés Rodríguez(39) dice que el filme posee una "[…] excepcional significación plástica […] mágica animación de la pictórica de una época […] un paradigma de plástica cinematográfica desarrollado con lentitud, morosamente".(40) Al igual que los críticos y escritores antes señalados, es sugerente, en el texto de Jesús Sabourín, la relación que establece entre lo estrictamente cinematográfico y la pintura, delineando el paralelismo sutil que existe entre dos manifestaciones artísticas que confluyen y complementan, entendiendo lo pictórico, desde su perspectiva personal, como lo bidimensional visual por un lado en comparación con lo puramente fílmico por el otro extremo de una misma cuerda estética.
Está consciente de que no existe una fórmula monótona, única, para realizar una crónica y que se puede hacer una evaluación referencial sobre el filme, lo cual es sustento y sustrato de la misma. Sin embargo, cae en la tentación de detenerse en lo literario superfluo, de jugar con el lenguaje y sus potencialidades, concibiendo y entendiendo a la obra cinematográfica como lo que es, una adaptación.
En la película Carmen Jones(41) del director americano Otto Preminger, drama de gran calidad humana y al decir de Sabourín, de valor típicamente universal, salta a la vista el tema racial y los motivos de crítica social que subyacen en el ejercicio de la crónica cinematográfica. El texto parte, no tanto de la imperfección del filme, algo que él declara al afirmar que "[…] Preminger ha logrado obtener un producto apretadamente cinematográfico cuyos defectos van bien a la zaga de las virtudes, y donde, sin acudir en exceso a lo falso y convencional, se refleja un ambiente y se define un drama"(42) sino del hecho incidental, en cuanto espectador casual, de haber sido o sentirse víctima de una práctica discriminatoria desde lo racial, más si tenemos en cuenta que, Jesús Sabourín, individuo de piel negra, señala: "A quien estas líneas escribe, sin embargo, el placer que le produjo naturalmente el film le fue disminuido por una voz que, tras de su asiento, durante la escena en la cual Joe comunica a Carmen su última y desgarrada esperanza de amor, no pudo dejar de exclamar: ¡Tenía que ser negro!"(43) Eso explica, a no dudarlo, la conexión étnica- racial que él establece con la protagonista en cuanto ambos son individuos de piel oscura. Constatamos, entonces, una crónica concebida con un tono de denuncia social y cuestionamiento. El conflicto racial que sustenta la trama del largometraje encuentra en las reflexiones de Jesús Sabourín el modo de exponerlo no como un fenómeno típicamente norteamericano sino universal.
Estamos en presencia de la defensa a ultranza de un ideario ético pero también étnico-racial. Sabourín le agradece al director de la cinta la intención vindicativa, más allá de sus falencias notables. Desde la perspectiva del autor, crítico, escritor, la crónica de un filme no es sólo el recuento argumental de la trama que se relata, sino además una reflexión sobre el proceso de recepción que vivencia el propio crítico como espectador informado.
El arqueo de la experiencia estética de asistir a una sala de cine para, desde lo sensorial emotivo, describir los efectos que causó en él la película pero también las emociones del público, supone un ejercicio consciente y reflexivo que expone la naturaleza compleja y el compromiso ético profesional asumido a la hora de evaluar el filme, sin renunciar a su condición de espectador moral. Carmen Jones, es una crónica con una vocación moralizante que intenta transformar la realidad, denunciando los prejuicios al abogar por el respeto, la equidad. Establece además un proceso autorreferencial, en cuanto el escritor se siente espectador y crítico.
En 1956 Jesús Sabourín escribe para Orto lo que sería la última crónica de cine para esta revista: Un filme soviético sobre Romeo y Julieta(44) situación enmarcada también por el hecho de que la revista cerrara en 1957. En este texto el primer punto notable es el contrapunteo que establece el autor con el referente fílmico de Castellani, utilizando diferentes ideas plasmadas por el shakesperiano Benedetto Croce(45) para sustentar el referente literario en el filme.
Sabourín se detiene hacer una comparación breve de las dos cintas, la inglesa y la soviética.(46) Sin embargo no se toma la molestia de establecer jerarquías entre una u otra, sino de hacerlas notables al unísono. Se refiere a dos estéticas diferentes, aludiendo que esta producción fílmica es seguidora de los principios estéticos de la cinematografía soviética de la vanguardia la cual:
Viviendo todavía, en cierta medida, de los hallazgos de su época heroica, -la época de Eisenstein y Pudovkin- la cinematografía rusa reciente nos ofrece en compensación la presencia de elementos vitales que, de uno u otro modo, buscan su desarrollo a través de las grandes formas tradicionales que hasta ahora dominaran su supresión.(47)
También aclara al lector que esta película es más "[…] sustancial y emotiva"(48) que la versión de Castellani. Sin embargo, nuestro crítico incurre en algunos olvidos, cómo el no mencionar al director de la obra. Es inconsecuente con la vocación de toda crónica que debe hacer un recuento argumental del largometraje, dónde aúne la información elemental de la película. En este caso Jesús Sabourín se atribuía ciertas licencias en cuanto a su derecho a omitir información que podía ser vital.
Encontramos como característica primordial de su labor crítica, entre otras, que él detiene su análisis, mayormente, en cintas que partían de referentes librescos, adaptaciones, lo cual está sustentado, sobre todo, por su formación como escritor y académico. De ahí que no sea casual que él priorice el estudio de una obra que se remite a un original literario. Es curioso cómo se refiere dentro del texto a la cinta como cine ruso(49) y en el título como filme soviético(50) lo cual nos hace pensar que utiliza el primer término con una connotación geográfica, sin comparaciones ni distingos de connotaciones políticas o sociales. Ahora, tenemos como limitante del texto que, en algunos sentidos, es ambiguo, al no lograr la eficacia descriptiva e informativa propia de la crónica de cine, concisa pero siempre atada a la necesidad básica de informar y orientar al espectador.
El crítico desvía un tanto la atención en cuanto le presta mayor importancia al referente literario que al hecho cinematográfico. Esto se debe a que el autor trata de encontrar en la obra fílmica la sustancia del original y cuando no la encuentra se remite al texto literario, una práctica más que recurrente en sus crónicas. Limita, además, el hecho de que introduce extensas parrafadas entre los acotes referidos al filme, lo cual provoca un desbalance analítico. No aclara tampoco si la película es un musical, si tiene parlamentos o prescinde del diálogo hablado. Sin embargo resultan de vital importancia sus reflexiones literarias, humanas y personales que no sólo llenan de riqueza el argumento del filme sino que impacta el consciente sediento de sapiencia del lector-espectador.
Citas y Notas.
1.-Esta revista contaba en sus inicios con una edición semanal de ocho páginas, formato de 25x18 centímetros y ya para fines de su primer año las páginas llegaban a 20. La tirada inicial fue de 600 ejemplares, aumentados a mil dos años después. Tuvo secciones fijas que fueron renovándose y cambiando de títulos con el paso de los años. Se encuentran Bibliografía, Gaceta Bibliográfica, Meseta de Libros, Revista de revistas, Letras extranjeras, todas en sus distintas épocas se dedicaron al comentario de libros y de publicaciones periódicas. Tuvo otras secciones como: El cuento semanal, Alrededor del mundo, Hombres y lugares históricos cubanos, Revista de la semana y Vida literaria y almanaque. Véase José G. Ricardo, La Imprenta en Cuba. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1989. pp.144-145.
2.-Nace en San Luis, Santiago de Cuba, el 13 de junio del 1888 y muere en La Habana el 1ro de agosto de 1968. Procedente de un seno humilde, trabajó desde niño para sustentar a su familia. Ejerció como tipógrafo en la revista cultural Cuba Literaria, dirigida por Max Henríquez Ureña. Funda en 1907 la revista literaria El Pensil, antecedente de Orto. A mediados de 1911, por razones económicas, se traslada a Manzanillo donde se encarga de la tipografía del periódico La Defensa en la imprenta El Arte. Además de ser un extraordinario animador de la cultura, fue también escritor. Entre sus obras publicadas en Manzanillo, figuran libros de cuentos La muerte de Weyler (1931) y Barrabás (1935), así como los libros de poesía Poemas (1935) y Juguetería de ensueños (1966). Véase además el Diccionario de la Literatura Cubana, tomo ll. Editorial Letras Cubanas. Ciudad de La Habana, Cuba, 1982.
3.-Órbita de Orto (1902-1957). Selección de Ángel Lamarrendi Mecías y Maritza Labrada Batista. Ediciones Orto, 2012.
4.-Idem.
5.-Manuel Navarro Luna (Matanzas 1894-La Habana 1966). Nacido en Jovellanos, tras la muerte de su padre se muda para Manzanillo, dónde pasó su niñez y casi toda su vida. Muy joven comenzó su carrera literaria, publicando sus primeros versos en la revistas manzanilleras Penachos y Orto. Formó parte importantísima del Grupo Literario de Manzanillo desde su fundación en 1921. Por sus ideas antiimperialistas ingresó en el Partido Comunista en 1930. Colaboró en otras publicaciones como Revista de Avance, Social, Renacimiento, Hoy, Bohemia, La Gaceta de Cuba y Unión. Tomado del Diccionario de la Literatura Cubana. Editorial Letras Cubana, 1984.pp.655-657.
6.-Salvador Bueno: "De Otras Revistas a Esta", en Revolución y Cultura. No.5, mayo de 1981.
7.-Véase en Orto, Año XL, No. 2, Febrero de 1952, p.16.
8.-Tomado de los apuntes para el libro inédito: Mis pasos a ti vuelven. Jesús Sabourín Fornaris en Orto, del autor Carlos Escala Fernández.
9.-Idem
10.-Sobre el tema su hermana Ana María Sabourín afirma que desde pequeño leía mucho, ganando bonos en la escuela por obtener buenas notas y con ellos asistía al teatro y al cine, además de tomar clases de piano con Herminio Guerra renombrado músico manzanillero con quien obtiene una formación musical. Era un muchacho despierto, cualquier actividad del mundo cultural, de la cual él tuviera conocimiento, contaba con su presencia. Entrevista realizada el 26 de diciembre del 2012, en Manzanillo.
11.-Esta sería la primera crítica o crónica que, escrita por Jesús Sabourín Fornaris, aparecería en las páginas de Orto. Con anterioridad a la inclusión de este texto fundamental, fundacional, apenas se había publicado en la revista, referida al cine, la carta enviada por Raúl Roa a Jorge Mañach.
12.-Karen Horney (1885-1952). Psiquiatra alemana que emigró a los Estados Unidos y contribuyó a la fundación del Instituto Estadounidense de Psicoanálisis, del que fue decana. Entre sus obras destacan La personalidad neurótica de nuestro tiempo (1937), Nuevas perspectivas del psicoanálisis (1939), Autoanálisis (1942), o Neurosis y desarrollo humano (1950).
13.-Alfred Adler (1870–1937). Psicólogo austríaco. Seguidor de las teorías de Sigmund Freud hasta 1911. Considerado el padre de la Psicología individual, iniciada en su obra El carácter neurótico (1912). Impartió conferencias y fue profesor invitado en la Universidad de Columbia, EE.UU.
14.-La educación de Sabourín como hombre de letras fue desde su cuna y se fomentó a lo largo de toda su vida pero, sin lugar a dudas, fue su paso por la Universidad de La Habana, momento cumbre en su formación.
15.-Orto, Año 41, No. 5- 6, Mayo-Junio/1953, pp. 21-24.
16.-Idem.
17.-Idem.
18.-Cinta dirigida por Roberto Rosellini en 1945, con guión de Federico Fellini e interpretada por Anna Magnani y Aldo Fabrizi. Recibió la Palma de Oro del Festival Internacional de Cine de Cannes en 1946.
19.-Película realizada en 1949 por Vittorio de Sica (dirección) y Cesare Zabattini (guión). Ganadora del premio Oscar a la mejor película de habla no inglesa.
20.-Op. Cit.
21.-Gran Premio de la Bienal de Venecia (1952), dirigida por René Clement, basado en la novela de Francois Boyer, con fotografía de Robert Juillard y música de Narciso Yepes, en Orto, Año 41, No. 8- 9, Agosto- Septiembre/1953, pp. 9-11.
22.-Idem
23.-Idem
24.-Idem
25.-José Manuel Valdés Rodríguez: El cine: industria y arte de nuestro tiempo. Editorial Letras Cubanas. La Habana 1989.p.174.
26.-Orto, Año 42, No. 10- 11, Octubre-Noviembre/1954, pp. 18-20.
27.-Ibid. p.18.
28.-Ibídem
29.-Ibídem
30.-Ibídem
31.-Ibid. p.19.
32.-Guillermo Cabrera Infante (G. Caín): Un oficio del siglo XX. Ediciones Revolución. La Habana, 1963. p.56.
33.-Orto, Año 43, Nº 8-10, Agosto-Octubre/1955, pp. 36.
34.-Idem.
35.-Ibem.
36.-Ibid. p.36.
37.-Idem.
38.-Op.Cit.p.74.
39.-La crítica de José Manuel Valdés Rodríguez aquí referida fue escrita o publicada en 1964, nueve años después que la que sobre el mismo filme o tema suscribiera Jesús Sabourín.
40.-Op. Cit.p.337-338.
41.-Orto, Año 43, Nº 8-10, Agosto-Octubre/1955. p.37.
42.-Idem.
43.-Idem.
44.-Orto, Año 44, Nº 7-8-9, Julio-Septiembre/1956, p. 17.
45.-Benedetto Croce (1866-1952) Filósofo, historiador y político italiano. Publicó su Manifiesto de los Intelectuales Antifascistas en respuesta al manifiesto fascista de Giovanni Gentile. Sus concepciones filosóficas quedaron plasmadas en la tetralogía Filosofía del espíritu (1902-1917). Fundó el Instituto Italiano de Estudios Históricos.
46.-Versión soviética del ballet homónimo de Serguéi Prokófiev, sobre la obra original de William Shakespeare, realizada en 1955 bajo la dirección de Lev Arnshtam y Leonid Lavrovsky y con las interpretaciones de la eximia bailarina Galina Ulanova y Juri Zhdanov.
47.-Op. Cit.
48.-Op. Cit
49.-Op. Cit
50.-Op. Cit
Creado: Martes 14 de Abril de 2015